-
Cartas homoeróticas (V): De Mikel a Janpaul
Fecha: 27/03/2019, Categorías: Gays Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
Querido Janpaul, Tus cartas remueven mi memoria y me ponen muy, pero que muy caliente. Me entran ganas y me hacen feliz, pero esta felicidad se mezcla de tristeza porque no podemos seguir haciendo nuestras escapadas, aunque tengo la esperanza firme y segura que un día todo será nuestro, tú mío y yo tuyo. Pensar esto es lo que más feliz me hace, ya te lo puedes imaginar, tú que me conoces bien lo sentimental que soy, que leerte en tus cartas y temblarme las piernas es una misma cosa que me hace recordar las veces que he tenido tu polla en mi culo, no sabría ni podría decir cuál de ellas me gusta más, porque en todas te siento con solo recordarlo. Ahora mismo me acuerdo de aquella vez que habíamos quedado en ir a casa de Jessica para celebrar su cumpleaños. En aquella ridícula y pequeña tarjeta de invitación que nos mando ponía: «Presentarse muy elegantes». Tú viniste a recogerme a mi casa y parecías el príncipe Harry, estabas guapo, guapísimo, con tu camisa, tu corbata michi, la chaquetilla corta hasta la cintura y tu pantalón negro acampanado a la antigua. Ese día te pusiste un slip transparente, «por si acaso» me dijiste después del accidente que te voy a recordar. Como siempre entraste a mi habitación sin llamar cuando yo ya me había duchado y estaba frente a mi ropero para decidir qué me pondría. Lo tuyo siempre es así: fue verme desnudo y te echaste de rodillas a mis pies y te metiste a comerte mi polla amarrándome con tus manos a mi cadera para que no me ...
... escapara. Fue una de las mejores mamadas que me diste, tus labios y tu lengua alternaban pasado por el frenillo y por el anillo, por lo que yo me retorcía de gusto como electrizado y sentí desde abajo en mis huevos subir el placer hasta el glande. Te tragaste todo el semen que no fue poco. Yo estaba preocupado por tus vestidos elegantes. Pero menos mal que no te los ensucié, pensé agradecido a tus tragaderas. Siempre que pensamos algo ocurre y a veces peor de como lo habíamos pensado. Y así fue. Estabas lamiéndome la polla para dejarla limpísima, y te dije «déjame, que quiero orinar» y tu respondiste «pues orina, joder». Como parecía que si hablaba me iba a orinar allí mismo forcejeé para escaparme, pero me amarraste fuerte y en uno de esos tirones allá que me fui. Comencé a orinar, el chorro era gordo, color cerveza, creo que lo llaman ámbar, potente e imparable, es que no lo podía frenar. Tú levantaste la cara para mirarme mientras movías tu cabeza para que mi orina se extendiera por todo tu rostro y así fue. La meada fue larga, pues de antes de entrar en la ducha que no había orinado, solo me masturbé una vez y luego tu mamada, pero conforme salía la orina de mi pene yo me iba aliviando lo que era un verdadero placer. Me sentía libre y ver tu cara de pan bendito soportando la lluvia todavía me parecía más placentero. ¡Joder, macho! Cuando acabé de orinar y me besaste con algo de mi orina en tu boca, y yo lamía tu rostro por participar de tu sabor, tu cuerpo tocó el mío y ...