1. Luna de miel de Selena


    Fecha: 19/08/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sensación de gozo supremo, como cuando se acerca a la boca una copa de dulcísimo licor y refrenas el impulso de tragarlo, lo mantienes en contacto con los labios y la punta de la lengua y dejas que poco a poco inunde el paladar y luego el cuerpo todo hasta sentirlo correr por la sangre.
    
    Me besaba en la boca, me chupaba los pezones y yo suspiraba de placer; con el brazo izquierdo me mantenía abrazada, impidiendo mis inconscientes impulsos; me estaba debatiendo en el límite justo antes del orgasmo, un estado sumamente placentero, pero inconscientemente pretendía llegar a la plenitud; con la mano derecha comenzó a masajearme el esfínter, empapaba los dedos en los flujos vaginales y acariciaba aquella zona sin desmayo y me gustaba, me volvían loca esas caricias mientras sus labios se aplicaban a mis pezones; intrudujo la yema del dedo corazón y lo acusé con un grito de placer, “aaaaaaaaaaahhhh”..., Roberto me apretó más fuerte contra sí, volvió a lubricar el dedo y lo fue introduciendo hasta la mitad, mientras yo me deshacía en un orgasmo bestial. Entonces me sujetó con ambas manos las nalgas y se incorporó; a punto estuvo de perder el equilibrio porque los pantalones se le enredaban en los pies, pero consiguió mantenerse dando unas cuantas vueltas en derredor, mientras yo chillaba como una loca, “aaaaaaaaaaahhhh”, “aaaaaaaaaaahhhh”..., porque tenía la sensación de que si me callaba iba a perder el sentido. Al fin me apoyó contra la barra de la ventanilla que me servía de ...
    ... semiasiento y comenzó a embestir con furia mientras sus labios seguían pegados a uno de mis pezones. Estaba al borde de mis fuerzas y casi le supliqué: “córrete, por favor, ya no aguanto más”, y eso fue como una orden, a cada descarga sentía yo como si una onda de placer que nacía en ese punto se expandiera hasta alcanzar todos los rincones de mi cuerpo. Luego apoyó la espalda contra el tabique y me mantuvo prendida a su cuerpo un buen rato, como si nos resultara difícil deshacer el hechizo. Repitió la ceremonia de limpiarme con el pañuelo humedecido, luego se limpió él, nos vestimos y después de un apasionado beso tiré de su mano hacia la puerta, porque presentía que si seguíamos allí un minuto más volveríamos a enzarzarnos. Avanzamos por el pasillo, casi a la par, justo estábamos dos compartimentos antes del nuestro cuando veo asomar la cabeza de Tomás; la sorpresa hizo que me detuviera y un ligero temblor me recorrió el cuerpo.
    
    –Finge que estás mareada, me dijo Roberto muy bajito, a la vez que él me sujetaba por un brazo.
    
    La interpretación debió de ser buena, porque Tomás se apresuró a socorrerme.
    
    –No es nada, dijo Roberto: un mareo, seguramente provocado por algo que le sentó mal, pero ha devuelto y espero que dentro de un rato ya se encuentre mejor.
    
    –Me tiembla todo el cuerpo, dije yo poniendo cara de asco, no sé que ha podido pasarme. Y gracias al doctor, por no despertarte salí sola para ir al servicio, y si no es por él que se dio cuenta de que no estaba bien, ...
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