1. Una ciega chancha y putita (un final inevitable)


    Fecha: 28/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    La vez que mi novia me descubrió la pija parada, de solo pensar en Ayelén fue la última vez que cogimos posta. En esos días no encontraba la forma de no soñar con ella.
    
    Yo mismo le regalé un celular con el programa para no videntes, para escribirle cuando no había moros en la costa.
    
    Mi novia me había planteado después de aquella cogida como hacía mucho tiempo no teníamos, que necesitaba un poco de distancia para replantearse nuestra relación. Pero que no tenía ningún lugar a donde irse todavía. Los alquileres estaban por las nubes, y en lo de sus padres no había ni un rinconcito.
    
    Creo que ni se dio cuenta que se me escapó el nombre de Ayelén cuando empezaba a acabarle todo adentro de la concha, en la posición del perrito, que es su preferida.
    
    Sea como fuere, le dije que se quede el tiempo que quiera, si total yo laburaba, ensayaba con mi banda y tenía mi escapismo en los brazos de esa trolita angelical.
    
    Al otro día de sus revelaciones, fui a la Ternerita necesitado de acción. Ayelén estaba en cama, con fiebre y una tos terrible. La Beti me aconsejó que no era prudente que me la coja así como estaba, y se tranquilizó cuando le prometí que solo quería verla.
    
    Igual me cobró la muy argolluda!
    
    En cuanto su olor me invadió en su cuarto, le toqué la frente, le palpé las tetas desnudas sobre la sábana que la cubría y le dije que no se preocupe, que si no se sentía bien para tener sexo no me iba a enojar.
    
    Pero ella buscó con sus manos escurridizas dar con mi ...
    ... bulto, que yacía empalado desde que vi a la venezolana chuparle la pija a un pibito medio sin querer, porque me equivoqué de puerta, y me tironeó el pantalón para bajarlo.
    
    ¡Dale, ponémela en la boca y te saco la lechita!, dijo con la voz nasal entre algunas tosecitas.
    
    Me pajeó un ratito, se sentó para dejar caer su cabeza sobre mi pubis y me hizo un pete tan fogoso como perverso, porque la guarra me metía un dedo en el culo y me escupía los huevos cuando su boca soltaba mi pija.
    
    No pude más, y ni le avisé que el momento se acercaba.
    
    Tosió como una pordioseara cuando mi leche le inundó la garganta en un disparo guerrillero, pero saboreó hasta la tela de mi calzoncillo salpicado por mi generosidad.
    
    Esa noche me quedé a cuidarla una hora más. Digamos que fui su enfermero perverso, ya que le tomaba la temperatura, le hacía masajitos y le toqueteaba la conchita para excitarla.
    
    Después de eso, volví a llevarla a casa en mi auto, pero esta vez me acompañaba Laura, que es personal de limpieza de las oficinas de mi laburo. Laura tiene 45 años, es una rubia grandota, de hermosa tetas y muy gauchita. Siempre se supo que le cobra diez pesitos a los empleados para tirarles la goma en el baño, generalmente después de las cinco de la tarde, cuando ya se fueron todos los jefes.
    
    Yo lo hablé con las dos, y ambas estuvieron de acuerdo.
    
    A Laura le tiré 200 mangos solo para que deje a mi chiquita en bombacha, ya en mi casa, para que le prepare una chocolatada y se la traiga ...
«1234...»