Mi defensor
Fecha: 20/08/2017,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
RELATOS DE LA CASA DE HUÉSPEDES: UN DEFENSOR EJEMPLAR.
Recién instalado en aquella casa de huéspedes perdida en barrio de la capital para proseguir mis estudios, el choque con la gran ciudad me resultó al principio desvastador: Mi provincianismo no se avenía con la agudeza citadina de los habitantes que me precedían y compartían conmigo un espacio en la vieja casa de dos plantas. La familia que rentaba aquellos cuartos vivía en la parte baja, y nosotros nos remitíamos a la parte alta, a la cual se accedía a través de una escalera situada en un extremo. Llegamos a ser doce estudiantes en total, aunque por breves temporadas se reducía el número de habitantes a dos o tres, al terminar los períodos de clases.
El grupo se situaba entre los 17 y los 20 años de edad, y yo estaba entre los menores, a quienes los otros dispensaban toda clase de bromas que agotaban la paciencia del más pintado. Leonel era uno de los más temidos bromistas, confiado siempre a su cuerpo y artes de boxeador que derrotaba en dos por tres cualquier bravata contra él. A pesar de todo, creo que no llegó a golpear a nadie mientras estuvo allí, pues el temor de los demás inmediatamente actuaba para frenar cualquier ataque contra él. A veces arremetía contra los demás tocándonos el trasero, y si protestábamos nos iba peor, pues del simple toque pasaba a sujetarnos y hundir sus dedos en un culo ajeno. Los demás que no participaban se reían a más no poder con nuestras inútiles protestas y ademanes. Yo era ...
... uno de sus blancos favoritos, acaso porque advirtiera que yo era algo diferente.
Entre los que se reían estaba Manuel, paisano de Leonel, venidos del norte bravo y bronco de México. Ambos eran blancos, aunque Leonel era más claro, atlético pero delgado y con el cabello rubio oscuro y ensortijado, Manuel tenía el cabello castaño con mechones dorados y muy lacio, y tenía el tórax de un toro.. Pero a pesar de sus diferencias los dos se avenían muy bien, se turnaban uno al otro para gastarnos bromas, aunque Manuel siempre fue menos violento.
Una noche de aquellas en que la casa tenía pocos habitantes, Leonel quiso hacerla de peluquero conmigo, después de "bañarme" con un cubetazo de agua, y junto con otro compañero me sometieron para "pelarme". En realidad me dieron un tijerazo insignificante, tal vez por la oportuna intervención de Manuel, que insospechadamente entró para defenderme.
Me llevó hasta la otra habitación, tratando de calmarme. Yo me ahogaba con los sollozos por la humillación sufrida y él intentaba tranquilizarme. Me dio agua, ayudó a quitarme la ropa mojada y me ofreció su toalla (la mía estaba en la habitación donde estaba Leonel). Aunque no hacía frío yo temblaba de rabia y de impotencia al no poder hacer nada. Manuel me abrazó y se acostó conmigo, mientras yo me calmaba lentamente. El sueño nos fue venciendo, agotados por las emociones y las fatigas del día.
Me desperté en la madrugada, con la sensación de tener algo entre los glúteos. Manuel seguía ...