1. Historia del Chip 003 - Kim 002


    Fecha: 23/04/2019, Categorías: Intercambios Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    3)HdC — Engañando a Mary – Kim 002
    
    Roger la acompañó hasta la puerta. Kim se sentía extraña con la chaqueta como única vestimenta, los pies descalzos sintiendo el suelo de azulejo liso por primera vez en su vida. Esperando a que su amante le diese el bolso para coger la llave, vio el gesto que le hizo.
    
    Tratando de ocultar su excitación, se giró levemente para ayudarle a quitarle la chaqueta, colaborando sin titubeos. Otra vez desnuda; ahora enfrente de la puerta de su casa. Había resultado mucha más fácil desvestirse esta vez. Probablemente por las sensaciones que la devoraban. Roger esperó pacientemente a que sacase la llave del bolso y la introdujese en la cerradura. Se oyó un pequeño clic, no lo suficiente apagado en la mente agitada de Kim. Por si no fuera suficiente, Roger se despidió con un beso pasional.
    
    — Sube desnuda— solicitó con tranquilidad. —Guardaré las cosas en la moto.
    
    Solo dejó que se llevara el bolso. A su pesar, Kim lo podía entender. ¿Qué podía haber mejor para un hombre que ese riesgo que ella asumía? Una mujer desnuda, la luz del pasillo encendida, la puerta entreabierta. Si la descubrían en ese estado…¿qué iba a decir? Cualquiera pensaría que era una ninfómana incapaz de moderarse, con la imperiosa necesidad de ser magreada por su novio.
    
    Lo peor era que Kim se excitó sobremanera con el beso, hasta el punto que lo interrumpió con pesar, repleta de jadeos y vacía de aire. Como remate, Roger apretó la nalga derecha, con tanta fuerza que Kim ...
    ... casi soltó un exabrupto de la sorpresa. Que todavía tuviera las ganas de tocarla exaltó su ego femenino. No estaba segura de que el gesto significase una pasión no completada o el eterno masculino de posesividad extrema. No le importó en absoluto.
    
    Cerró la puerta con cuidado para no hacer el más mínimo ruido y subió las escaleras a la habitación tratando de no despertar a nadie. El cuarto escalón crujía un poco y llevó la cuenta para sortearlo mientras mantenía los talones levantados. La amplia zancada que tuvo que aplicar tratando de evitar pisar la tabla traicionera, la hicieron consciente de su ausencia de ropa y de lo que significaba.
    
    La luz asomaba por debajo de la puerta de la habitación de su hermana. Ahora dependía de la suerte: si estaba leyendo, la oiría con seguridad. Si, por el contrario, estaba viendo la tele, los auriculares le impedirían saber que había llegado. No recordaba dónde tenía el pijama, pues a veces lo dejaba en el baño, pero sí dónde estaba el albornoz. Así que entró con celeridad y deslizó el pestillo. Se miró en el espejo con ganas de comprobar su estado. Los pezones aparecían enormes. La raja vertical exquisitamente abierta y dispuesta a ser usada. Casi no podía reconocer su imagen. Se preparó un baño para calmarse. Cuando se introdujo en el agua bien caliente dio un suspiro de alivio, el frío que había pasado desvaneciéndose mágicamente, el agua ocultando las pruebas del delito.
    
    Llevaba diez minutos de éxtasis controlado, cuando escuchó ...
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