1. El Papacito de los Clasificados


    Fecha: 05/05/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... cinco, mi pana? --Sí, a las cinco. ¿En mi casa o en la tuya? --Como quieras. --En mi casa. Le di la dirección correcta, él la repitió para cerciorarse y dijo: --Ok, ¿Eres mayor de edad? --Tengo veinte. --¡Un contemporáneo! --exclamó, como alegre--. Entonces nos vemos. Apenas colgué me puse manos a la obra. Limpié la casa, arreglé la cama de mis padres (ya que es una KING, lo suficientemente grande como para cuatro o tres personas), me rebajé el vello púbico y axilar, y me bañé lo mejor posible. A las cinco, después de vestirme sin llevar siquiera un bóxer debajo, sonó el timbre. Corrí a abrirle, quedando boquiabierto. Alejandro parecía traído del cielo: piel blanca cubierta por ropa estrechar, que marcaba sus músculos tanto del pecho y brazo como del abdomen. De cabello negro, con mucho gel; unas cejas en punta y unos labios finos, en un rostro ovalado y bello. --Hola --me dijo--. ¿Puedo entrar? Tardé unos segundos en recuperar la compostura. --Sí, sí --tartamudeé, sintiendome algo mal por haber roto lo que dijo mamá que no hiciera. --Vamos a tu cuarto --dijo él, entrando. --El de mis padres. --¡Chico arriesgado! Intentaré terminar en tu boquita, panita. Fuimos al cuarto. Yo estaba nervioso, con las palmas húmedas y temblando. --¿Qué esperas, mi pana? --me dijo--. Quítate la ropa. Así hice, sin dejar de cubrir mi pene semierecto. Él sacó de su morral una crema, un frasquito de vaselina y un preservativo. -- ¿Te lavaste bien el culito? --Se empezó a quitar la ropa, y mi pene ...
    ... se puso duro. --Sí. --Ok, mi pana. Entonces, acuéstate y relájate. Él se quedó en esos riquísimos interiores que cubren el miembro viril, pero que tiene dos tiras que se ajustan por debajo de las nalgas, levantándolas. Me acosté boca abajo, intentando relajarme. Sentí como él se subía a horcajadas, teniendo contacto mis nalgas con su depilada entrepierna. Me echó la crema en la espalda, y segundo después empezó a deslizar sus manos. Sus palmas eran suaves y sus dedos agilidosos, que me arrancaron gemidos a medida que me masajeaba. Empezó a mover su pelvis en mis redondeadas nalgas, haciendo que mi pene pareciera estallar. Sus labios me besaron la nuca, se deslizaron a mi cuello, luego a mi oreja hundiendo su lengua, y me susurró sensualmente: --Estás tenso, relájate. Déjate llevar, panita. Yo tambien tengo miedo, y eso que no es la primera vez. No me creí la mentira, pero intenté relajarme. Sus manos bajaron a donde la espalda pierde su nombre. Echó más crema aceitosa con olor a almendras en las nalgas y me las masajeó, mientras su lengua jugueteaba en mi cóccix. Yo gemía, me retorcía del placer, hundía mi cara en la almohada y me mordía los labios. Quería pedirle que me cogiera, pero decidí esperar y deleitarme. El beso negro que hizo había hecho que me sintiera extraño. Su lengua jugueteaba en mi entradita, que se contraía de placer. Apretaba mis nalgas, hundía su rostro en ellas y deslizaba su agilidosa lengua alrededor y luego un poquito dentro de mi orificio. De repente ...