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No es Facil
Fecha: 10/05/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: wastedLalo, Fuente: SexoSinTabues
... Peep en el suelo, sollozando. Me fijé que estaba desnuda y tenía unas horribles ronchas en el vientre. Eché a andar encabezando la comitiva. Las esclavas me siguieron transportando a la gimiente Peep. Llamé con los nudillos y abrí la puerta. Allí estaba doña Piedad, mi abuela, la mamá de mi mamá. Tenía 36 años, y estaba un poco rellenita pero tenía un rostro hermoso y a mí me quería muchísimo. —Carlitos, qué haces aquí? ¡Y desnudo! — exclamó la abuela que avanzó hacia mí. Lo curioso es que ella también estaba desnuda. Me quedé boquiabierto viendo su cuerpo, sus tetas paradas y sus nalgas. Corrí hacia ella y la abracé. No pude rodearle su lozana cintura con mis brazos pero hundí mi cara en su vientre. —Ven con la abuela pequeño… ven conmigo y cuéntame qué te pasa — dijo llevándome con ella a su amplia cama. La abuela se recostó en la cama y me obligó a que me echara a su lado. Me di la vuelta hacia ella y me agarré a uno de sus pechos. Empecé a chupar su grueso pezón. No fue necesario que le contara nada a la abuela. Ella era una mujer experta y sabía qué me sucedía a mí. Su mano aferró con increible suavidad mi pene y comenzó a acariciármelo lentamente mientras yo perdía el sentido entre sus pechos y sus pezones. Sin darme cuenta me fui escurriendo hacia abajo. Cuando me llegó una vaharada de hembra procedente de su enorme sexo supe qué esperaba la abuela de mí. Buceé por sus pliegues, que estaban húmedos como una ciénaga y comencé a lamer con toda la intensidad de que fui ...
... capaz. La abuela empezó pronto a gemir. Abandonó mi miembro y se concentró en su propio placer. Al poco se puso a gritar y después, a medida que iba alcanzando un orgasmo tras otro, sus gritos se fueron convirtiendo en gemidos. Finalmente la abuela tiró de mí y me subió hasta quedar sentado en su regazo. Me abrazó y me besó los labios brillantes de sus propios jugos. —Has hecho muy feliz a la abuela, cariño — me dijo agradecida. La sonreí. Entonces la abuela reparó en la muda presencia de las esclavas que traían a Peep —Qué hacen aquí? — les espetó arisca la abuela que había olvidado por completo las curas que debía obtener teniendo a Peep calentada y enroscada en sus pies. —Le hemos subido a mi hija, ama, tal y como dispuso. La hemos calentado el vientre aplicándole planchas de metal puestas al fuego. La abuela ha parecido recordar sus propios instrucciones a Tekashi , el padre de Peep —Y a qué esperas a ponerme a la niña en los pies? ¡Rápido perro! Tekashi obedeció rápidamente. Cuando la abuela se sentía contrariada podía ordenar los más espantosos castigos. —La niña está fría, Tekashi— dijo la abuela cuando el esclavo apretó el desnudo cuerpecillo de su hija a los pies de su ama — vuelve a calentarla y me la subes — ordenó. —Sí ama. Cuando los esclavos hubieron salido recosté la cabeza en los senos de la abuela. Ella me abrazó con ternura mientras desde el piso de abajo comenzaban a llegarnos los alaridos de Peep. Debían estar aplicándole de nuevo las planchas de metal ...