Mi adolescencia: Capítulo 45
Fecha: 25/08/2017,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: Adolescente, Fuente: CuentoRelatos
Al escuchar aquello estuve a punto de enojarme y dejarle muy clarito a Iñigo que jamás volvería a pedirles nada. Una cosa era el juego de las fantasías y otra muy distinta que se pusiese con la ropa de mis amigas o directamente con mis amigas, eso me enervaba la sangre, y solo de pensarlo me cegaba la ira y los celos. Él debió percibir que me había sentido ofendida y molesta por ello, porque enseguida dijo en un tono despreocupado: “Aunque claro, aunque la mona se vista de seda mona se queda, porque ellas vestirán muy bien, pero no tienen ni tu estilo ni tu elegante, por eso su ropa te queda a ti mucho más elegante, pija y preciosa”. Debo reconocer que pude ver en sus ojos total sinceridad y honestidad al decir estas palabras, es decir, que no las dijo para salir del marrón y para que no me enfadase. Por lo que comprendí que era solo algo fantasioso con mucho morbo erótico para ambos y que no habría nada de malo en seguir haciéndolo. Que pena que no pudiese ser al revés, es decir, que yo le pidiese a Iñigo que se pusiese ropa de alguno de sus amigos para así aportar más morbo, por la sencilla razón de que Iñigo era, sin lugar a dudas, el chico más elegante, estiloso y pijo de toda la pandilla, y ningún otro chico, al menos en el vestir con clase, le llegaba a la suela de los zapatos. Por tanto, mi morbo total era el propio Iñigo y no necesitaba complementos extras. Por lo que no tuve ningún reparo en seguir jugando a esto.
Y como era muy previsible, la siguiente de la ...
... lista que escogió fue Sara, y de hecho me sorprendió, no por elegir a Sara (que siempre ha sido muy elegante y pija) sino porque dijo que le ponía de ella un sencillo jersey violeta que se solía poner con una camisa de violeta más claro. Era una ropa muy normalita, elegante pero normalita, pero me dijo que le gustaba mucho como combinaban esos dos violetas y que le gustaría verme vestida con esas dos prendas. Por lo que, a los pocos días, aprovechando una tarde que estaba en casa de Sara le pedí prestado, de forma espontánea y casual, el jersey y la camisa diciendo que me gustaban (era mentira, no me gustaban), pero me apetecía contentar una vez más a Iñigo. Y, tal y como era de esperar, el efecto al ponérmelo fue fulminante en Iñigo, porque con virulencia y brusquedad me tiró encima de la cama, se puso apresuradamente un preservativo en el pene que tenía ya muy erecto, me quitó los pantalones y, sin ni siquiera quitarme las braguitas solo apartándolas, empezó a penetrarme.
Eso me dolió, porque no hubo nada de preliminares, absolutamente ninguno, y yo (al igual que cualquier otra chica) necesito unos pequeños preliminares para excitarme y así la penetración no sea tan dolorosa. Pero el deseo sexual de Iñigo le cegó por completo y no se anduvo por las ramas. En ningún momento me tocó por encima de la ropa (no me llegó ni a quitar el jersey ni la camisa) solo a penetrarme fogosamente vestida así. Tras un buen rato así, se salió, se quitó el preservativo (aunque no había llegado ...