La amorosa hija (Parte 2)
Fecha: 02/06/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
... padre trataba inútilmente de acomodarse el bulto debajo del pantalón.
“¡Ay papi, pobre de ti!”, le dijo con voz de ternura Anne a don Tomás, ya, sin disimulo alguno de haber notado su engrandecido paquete.
Anne volteó de nuevo hacia enfrente y pensó si debería o no hacer lo que pensaba... después de todo, ocurriría tarde o temprano.
Total, pensó, desabrochando su pantalón lo bajó de un rápido movimiento, y curveándose hacia atrás, mostro a su padre sus blancas y hermosas nalgas ante la atónita e incrédula mirada de Tomás, reactivando instantáneamente su casi total erección. Su corazón latía apresuradamente por el atrevimiento hacia papi.
Se subió el pantalón y bajó de la escalera. Se sentaron en el sofá de la estancia y le dio un beso en la mejilla al sonrojado señorón. “¿Te tendré que buscar una novia, papi?”, preguntó con sugestiva voz, ya decidida a convertirse en amante de su padre si fuera necesario, ahí mismo. Saber y poder ver lo que su padre sentía la excitaba a ella también, y mucho
“¿O te gustaría que fuera... yo?”
“¡Ay hija!, ¿Cómo se te ocurre eso, por Dios?”. “Son cosas que van y vienen”, contestó Tomás “pero es algo con lo que tengo que vivir, y no, no pienso de momento ponerme de novio a estas alturas del partido. Tienes unas nalgas muy lindas, a propósito, como las de tu mamá. ¿Por qué hiciste eso?”
Anne pensó un momento si había cometido un gravísimo error.
“Lo hice para que te relajes un poco, papi”, contestó Anne.
“¿Te gustaría ...
... que yo fuera tu novia?”, insistió, con sensual entonación. Tomás continuó en silencio.
“Una novia te rescataría de ese estado en que te encuentras”, le aseguró, besándolo de nuevo en la mejilla y colocando su brazo alrededor de su nuca, “Sería una pena desperdiciar semejante hombre en el olvido. Tú dime como te puedo ayudar.
A propósito, te me acabo de declarar”, dijo
Anne comenzó a sentir preocupación por su inmoral atrevimiento. Algo temerosa y dudando de la respuesta de su padre, decidió proseguir.
“Estela y yo estamos preocupadas porque te vemos muy apagado”, continuó Anne. “Me llama todos los días para saber cómo estás”, agregó.
Tomás, nublado por el deseo, no sabía que contestar mientras Anne le daba un tercer beso en la mejilla y sobaba su espalda, como si fuera un bebé con gases.
“¿Quieres ser mi novio?”, insistió Anne, “¿o quizá nomas… mi amante?”
Los dolores testiculares y del abdomen bajo después de estar con su hija habían sido frecuentes. Se masturbó algunas veces pensando en ella, imaginando haciéndole el amor. Su urgencia y deseo por Anne eran tales que no le importaba cualquier consecuencia si ella fuera su amante. La tenía en su mano; ella se lo estaba pidiendo.
Ante las provocaciones de la mujer y su explosiva condición, se estaba formando la tormenta perfecta: el no aguantaba más y ella estaba con toda la disposición al sentirse segura que su propio padre la deseaba.
Tomás continuó sin decir una palabra.
“Si no me quieres decir, ...