Sexo con maduro. Maritza deseaba tenerme, nada más importaba
Fecha: 16/06/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos
Nunca supe qué cosa es el denominado síndrome de los cuarenta, por que unos meses antes de llegar a esa cima tan temida, se produjo el milagro de que este lobo de vibrantes 39 se topara en su camino con una inocente corderita de casi 20, el resto es fácil de deducir. El hombre joven, a punto de ser uno más de los denominados maduros había dado con su propia fuente de “juvencia”, revivido al contacto de las carnes de, como si el destino me hubiera concedido ese deseo de una segunda oportunidad.
Esa segunda oportunidad estaba a punto de cumplir los veinte, empleada de mi oficina. Con ella fue el destello de la vida nueva, el salto de calidad de vida de un hombre común a un hombre vital, el doble de edad me produjo el doble de placer, entender la vida y el sexo en otra dimensión del goce y todas sus posibilidades. Esta relación duró una década, durante ella aprendí a entender y comprender las delicias del sexo y que la fidelidad de la carne es tan solo un paradigma impuesto por la sociedad, lo que realmente cuenta como valor supremo es la lealtad.
De ese modo este maduro entró al mundo del hedonismo y el deseo con sus necesidades éticas y morales fortalecidas, sin falsos sentimientos culposos por hacer del deseo, sobre todo en el sexo, el motor de su renacer a la vida.
Desde ese punto comencé a diseñar el nuevo plan de vuelo por el cielo de los placeres, la mujer joven como objetivo supremo, hacerle descubrir las maravillas del placer que puede darle un hombre ...
... maduro.
Esta fue la génesis de la motivación por gustar de las carnes tiernas, cuanto más cuanto mejor.
En ocasiones suelo visitar a una entrañable amiga, una relación de años, de esas que ahora se les llama “amigos con beneficios”, y de éstos teníamos algunos beneficios de los que hacíamos uso muy espaciadamente sin interferir en el trato amigable y hasta cómplice en variadas ocasiones con alguna de sus amigas. Tal como que fue el contacto con una “sobrinita” bien joven y sobre todo calenturienta.
La historia comenzó más o menos así…
Una tarde de visita en casa de mi amiga, se apareció la “sobina”, Maritza, aunque esta vez la simpatía que derrochaba a manos llenas no era lo que más abundaba en ella, ceño fruncido y pocas ganas se sonreír eran sus características más salientes.
Venía arrastrando un molestoso conflicto afectivo con el noviecito de turno, que al primer ¿Te pasa algo?, respondió: -Todo, me pasa…
Como la situación daba para una conversación de intimidad entre dos mujeres, amago con levantarme, pero Maritza fue la más interesada en poner su mano sobre mi rodilla y decir: - No, “porfa” eres como mi… tío, quédate, tu opinión como hombre vale mucho ahora.
Maritza le reclamaba que le diera un lugar más importante, que sus amigos, alguna putita, el fútbol y la play ocupaban sus prioridades, que sus jóvenes años necesitaban más y mejor “atención”. Había puesto el acento sobre ésta última adjetivación al tiempo que buscó mi mirada de aprobación.
- Estos ...