Mi esposo está de viaje y quiero que me folles
Fecha: 15/06/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: LaBellu, Fuente: CuentoRelatos
... a mí haciendo ganchillo? Tampoco es eso… Quiero disfrutar de la vida.
¡Cojones! este tío no había entrado al trapo como yo esperaba. Evidentemente no me tenía en cuenta o me respetaba en extremo.
—Volvemos a lo mismo: me das una respuesta con un amplio abanico de posibilidades. Así que, si te puedo ayudar en algo, me lo dices. —Y puso su mano sobre la mía.
Y con sus últimas palabras las bragas se me humedecieron totalmente, como si los latidos del corazón se hubieran trasladado a mi coño. ¡No podía más!
—¿Me ayudarías en cualquier cosa?
Me la jugué. Encendí un cigarrillo como para darle pistas de qué cosas podía llevarme a la boca… Bueno, no, lo hice porque estaba de los nervios.
—A cualquier cosa no, Daniela… A asesinar a alguien, por ejemplo, no te ayudaría —repuso, totalmente distendido.
—Ni yo te lo pediría. Los asesinatos los cometo mejor estando sola.
—¿Y qué más?
—¿Qué más hago mejor estando sola?
No pudo contener su risa. Y yo no le veía la gracia, honestamente; las estaba pasando canutas, tratando de ser infiel cuando no quería serlo, con un tío que al parecer no estaba por la labor y con unos calores que no podía disimular.
—Bueno, mejor me voy a dar una vuelta por ahí—. «A pajearme pensando en ti donde nadie pueda verme», añadí para mis adentros.
—Venga. Pago y vamos. Te acompaño.
Pues entonces la paja tendría que esperar. Nos fuimos y ni todo el aire fresco, ni el azul del cielo, ni el mar, ni bla, bla, bla podían apartarme ...
... del cúmulo de sensaciones que él me provocaba. Pero, a simple vista, andábamos como hermanos bien avenidos charlando sobre cine, hasta que llegamos a una playa,justico frente a su casa, y entonces una nueva luz de esperanza se abría… Precisamente en mi coño.
Nos detuvimos, se colocó frente a mí y puso sus manos sobre mis hombros.
—Ahora la verdad: ¿qué te pasa? ¿Es algo grave?
«Y tan grave… Hemos pasado a estado comatoso».
—Estoy pensando en separarme. —¡Joder, joder y joder! Dije lo primero que se me ocurrió cuando una no sabe qué decir.
Me abrazó a modo de consuelo.
—Venga, Dani, no seas dramática; lo que sea pasará; ya verás.
«¿Ah, sí? ¿Cuándo? Porque yo ahora mismo estoy que no respondo de mí, entre tus brazos, sintiendo tu cuerpo, conteniendo los suspiros y ardiendo de deseo».
No vi toda mi vida pasar en un segundo; nos vi desnudos, tirados en la arena, entre lamidas y embestidas…
Yo no estaba por la labor de desprenderme del único contacto que tenía con él. Así que allí permanecía entre sus brazos, sin ánimo de poner distancia. Pero él si la puso.
—Vamos a entrar a casa, te relajas y me cuentas; o lloras, o haces lo que te dé la gana.
¡Precisamente! Porque esta situación ya no daba para más. No pude estar más de acuerdo con su invitación.
Entramos a su casa.
—Ponte cómoda. ¿Quieres tomar otro café? ¿Otra cosa? ¿Un zumo?… No sé. ¿Qué quieres?
—Algo fuerte.
—Entonces otro café. Lo preparo y te lo traigo. Venga, siéntate —y se ...