1. My joven vecino pte.1


    Fecha: 01/08/2019, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... duración sin ser exagerada, delicadeza, condescendencia, en fin, es un caballero. Pero como todo caballero, hay ciertos tabúes que los dogmas morales que su familia implantó en él no lo dejan romper. Actos que, ahora mismo ya no se si afortunada o desgraciadamente pude conocer antes de casarme con algunos de los novios que tuve. A mi marido cosas como el sexo oral o el sexo anal no le gustan. Vamos, imagino que como todo hombre deben de gustarle, pero está resuelto a no faltarme al respeto de esa manera bajo ninguna circunstancia. El sexo oral le parece un acto sucio hacia mi boca, Jamás fui muy insistente en realizárselo, pero aunque se lo pedí alguna vez, se negaba y cambiaba de tema. Ahora me doy cuenta que realmente es una necesidad en mi. Sentir la carne entre mi boca es una de las cosas que mas caliente puede ponerme. Con el sexo anal pasa igual, a él le parece una aberración. Dice que soy su esposa, no una cualquiera. Y en este caso, aunque en mi época de soltera llegué a disfrutarlo mucho con un novio, no fue algo que le pidiera tanto como el sexo oral, puesto que no lo sentía como una necesidad (ahora enteramente sí) y por eso la única vez que se lo mencioné y se negó rotundamente, no se volvió a tocar el tema.
    
    Mi debacle como esposa comenzó hace 1 año y meses. Mi vecina, la señora de sesenta y tantos, tocó la puerta de mi casa, abrí y la vi en el umbral como el día en que llegue a esta casa; con un pastel en las manos y 2 gatos rodeándole los pies. ...
    ... Minutos más tarde estaba contándome que se mudaba de la ciudad. Una casa tan grande para una señora de sesenta y tantos años era algo tanto deprimente como peligroso, así que había llegado a la conclusión de mudarse con una sobrina. En ese momento no me sentí triste. Después de los protocolarios; que le vaya bien y los hipócritas; te voy a extrañar, la acompañé a la puerta y la despedí sacudiendo la mano mientras se alejaba cojeando por la banqueta.
    
    La vecina terminó de mudarse en 3 días, eso fue un miércoles, y la casa estuvo ocupada de nueva cuenta el domingo. Mis nuevos vecinos eran una típica familia americana. El jefe de la familia era un obeso hombre de negocios, con anteojos y severa calvicie a sus aparentes 50 años. Su mujer era una señora de unos 40 años, con una cara de culo, y unos modos de realeza que quedaban en el piso al ver el mal gusto que tenía en vestir. Al parecer eran una familia que hace no mucho tiempo que contaban con tantos recursos. El último integrante de la familia, si no contamos a un asqueroso y pulgoso perro (no me gustan los gatos, pero los prefiero a este animal), era un chico de 15 o quizá 16 años, aún no lo sé. Era esos críos que tenían toda la pinta de ser un ratón de biblioteca. Era al igual que el padre, alto, tenía un peinado de lo más nerd, era muy delgado (contrario al papá), llevaba gafas, tenia el rostro lleno de espinillas y aunque no era un mounstro, no era muy guapo. A grandes rasgos ellos eran mis nuevos vecinos.
    
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