Las confesiones de Jorgito (4)
Fecha: 03/09/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
El señor Manuel dispuso que fuéramos al dormitorio e hicimos el trayecto por el pasillo entre las risas y los comentarios obscenos de ellos, que no dejaron de pellizcarme las nalgas y yo de fingir súplicas.
¡Qué lindos se veían esos penes bien erectos! ¡listos para entrar en acción!
Sin perder tiempo me hicieron subir a la cama.
-En cuatro patas, lindo, que te vamos a atender los dos al mismo tiempo. –me ordenó el dueño de casa.
-Ay. Sí, señor Manuel…
-Yo voy a darte por el culito y Enrique por la boca… ¿De acuerdo, Quique? Después cambiamos…
-De acuerdo, Manuel… -contestó el señor Enrique, que sostenía su pene con la mano derecha y se puso de pie ante mí mientras el señor Manuel, pote de vaselina en mano, ocupaba posiciones en mi retaguardia.
-Abrí la boquita, nene… -fue la orden del señor Enrique y el señor Manuel me hizo separar las rodillas para ubicarse entre mis muslos. Suspiré cuando sentí que me ponía vaselina en el agujerito y ya con el pene del Señor Enrique en la boca grité de dolor cuando el señor Manuel empezó a entrarme. Después el ir y venir de su pene ya no más el dolor sino el goce del que yo ya no podría prescindir nunca. A cada embestida sus huevos repiqueteaban contra mis nalgas sumándose ese sonido al que yo producía mamando el durísimo pene del señor Enrique y a los jadeos de los tres. Era una música hermosa que tuvo su clímax cuando los orgasmos de los dos hombres, que me llenaron de semen la boca y el culo y yo tragué hasta la ...
... última gota el semen de la boca.
Los tres descansamos un rato echados en la cama y de pronto se me ocurrió ponerme a sobar esos dos penes, para hacer que se recobraran lo antes posible.
-Bien, lindo… muy bien… -aprobó el señor Manuel.
-Así, nene… así… -coincidió el señor Enrique y pronto, para mi alegría, esos penes estuvieron otra vez listos para seguir alimentándome.
Ésta vez me tocó el señor Manuel usándome la boca y el señor Enrique el culo y, por suerte, tardaron más en acabar mientras yo me sobaba el pene, aunque no para terminar, porque no quería manchar el acolchado. La tensión y el goce que vivía con esos dos penes adentro de mí es indescriptible.
Por fin ambos explotaron en los orgasmos, entre jadeos, gritos y hasta gruñidos y yo volví a sentir esas leches en mi boca primero y segundos después en el culo. Y otra vez caer desmadejados en la cama y yo que me atreví a pedirles permiso para ir al baño a masturbarme. No daba más de la calentura y no tuvieron problemas en darme ese permiso.
Corrí al cuarto de baño, me eché de costado en la bañera y me masturbé al principio lentamente y poco a poco acelerando más y más el ritmo con la imagen de mis hombres en la mente. El señor Enrique casi lampiño y de piel algo oscura; el señor Manuel con la piel de un blanco lechoso que armonizaba con lo grisáceo de su abundante vellosidad.
Acabé largamente entre jadeos y entregado a esa sensación incomparable que derramó abundante semen en mi vientre y el pecho. Ganado ...