Adela (Parte II)
Fecha: 31/08/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: bimont, Fuente: CuentoRelatos
... proporcionarte todo el placer que seas capaz de sentir sin causarte más dolor del que seas capaz de soportar. ¿Quieres probar?
—Si.
—Te quiero desnuda del todo —Me ordenó colocarme sentada al borde de la bañera, las piernas dentro, bien abiertas, y enjabonándome el pubis empezó mi primera depilación total, terminó todo bien rasurado. Ella misma se aseguró de que mi montículo estuviera siempre bien rasurado. Seguidamente, lleno la bañera, durante un rato se sumergió en ella. Cogió el bote de gel e impregno sus tetas con el líquido. Para sacar la espuma, se las froto con las manos.
—Ahora quiero que me limpies —me ordenó, después ella de pie y yo de rodillas dentro.
—Ahora puedes —Señalándome con el dedo. Besé su sexo, dando pequeños mordisquitos por sus labios exteriores, le excitaba. De repente un gran lengüetazo en medio, la punta de mi lengua sobre su clítoris. Ella suspiraba y jadeaba… Me adentré en su vagina después con mi boca, estaba húmeda y me gustó ese sabor. El dedo corazón de mi mano derecha se adentró, palpó un punto y froté con suavidad… al poco tiempo ella explotó. El calor sofocante del interior de su cuerpo me inundó la boca y la nariz, uniéndose en cada golpe de respiración al otro calor que me devoraba también a mí. Sentía como se aproximaba mi orgasmo, presioné mi clítoris inflamado y el orgasmo estalló con fuerza, mientras me mordía los labios, estaba nerviosa para no delatarme ante ella. Estaba tan excitada mirando a hurtadillas, cuando de ...
... pronto sentí el calor de su orina, golpeándome en el rostro.
Yo de rodillas dentro de la bañera, no entendía nada. Mientras ella salía de la bañera y secándose desapareció del baño. Tarde unos minutos en darme una ducha y asimilar lo ocurrido, me vestí con la camiseta que ella había dejado y salí a buscarla. Llevaba puesto una especie de túnica, descalza, sentada en la isla de la cocina, dando buena cuenta de su desayuno, con un aspecto completamente relajado. Pasaron unos minutos en silencio.
—Estás muy seria. ¿No me das un beso?
—No, aún no. Quiero estar centrada en lo que quieres que hablemos.
Estás preciosa con esta camiseta, pareces una chica buena y me hace pensar mil maneras de corromperte
—¿Por qué piensa que haré lo que me pides? ¿qué reglas hay para ser tu sumisa?
Durante unos cinco minutos me expuso, digamos sus condiciones. A grandes rasgos, primera, me propuso ser su sirvienta doméstica. Respecto al tema sexual, por más que me deseara en ciertos momentos, no sería de la manera que quizás yo esperase, no quería hacerme el amor, quería poseer mi cuerpo a su manera, al igual que en ciertos momentos la manera y el lugar de llevarlo a cabo.
—Ahora que ya está todo claro y sabes de que va, creo que lo más inteligente es que desayunes.
—¿Eso tendría que decidir yo, si tengo hambre?
Mi corazón latía tan fuerte que pensé que tenía que ser capaz de oírlo. Quedarme frente a ella en su casa tenía un aire de irrealidad. Pero, al mismo tiempo, mis ...