Negación - Capítulo 11
Fecha: 12/09/2019,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gonza-Neg, Fuente: CuentoRelatos
... que va bien… pero lo conoces… si hay un buen par de tetas cerca, el payaso babea.
- Y no piensa – coincidió.
- Luego iré a la Universidad.
- ¿Recibiste alguna noticia?
- Si, llamé hace unos días, lamentaron mucho lo del accidente, pero aseguraron que no supondría problemas retrasar el inicio de mi cátedra por dos semanas. Siempre y cuando logre abarcar todos los contenidos en estos meses. Así que estuve recalendarizando, actualizando las planificaciones y esas cosas.
- ¡Les gustas! – me dijo sonriendo. – Ese día que fui a entregar tu permiso médico, la decano se puso bastante triste. Me pareció una mujer adorable.
- La Dra. Letelier – dije, como si ese nombre lo explicara todo.
La mujer era una solterona muy pronta a la edad de jubilación, tenía una mente brillante y lúcida, y la sabiduría de alguien que ha dedicado su vida a la docencia y al aprendizaje continuo. A su edad podía armar y desarmar un computador con los ojos vendados. Y era una amante de los números. Rebeca Letelier era además una mujer ruda, que se andaba sin rodeos, a la que no le importaba sacarte del camino a patadas, si ella consideraba que de alguna forma, estabas interviniendo en el cumplimiento de sus metas.
Desde que entré a la Universidad oí rumores de la mítica decano. Pero no la conocí hasta el día en que fui llamado ante la comisión académica para decidir mi futuro universitario. La mujer se mostró impasible, y argumentó sin vacilación lo imperativo que era desvincularme de ...
... la institución en breve. Fueron el resto de los académicos -ahora colegas- que me conocían los que lograron abrirme una ventana cuando ella me cerraba la puerta en la cara. Quedé un período a prueba, y cuando mi rendimiento repuntó, debido al escarmiento, me miró con respeto. Fue ella misma quién me ofreció el puesto, luego de que en los años siguientes nos enfrascáramos en una relación de tira y afloja, en la que ella esperaba ansiosa a que fracasara y yo testarudamente me esmeraba por permanecer en la lucha. Supongo que gané y me la gané en el camino. Tenía una relación lo bastante cercana con ella como para ir a compartir el té y hablar de las trivialidades de la vida.
- No olvides tu cita con Sergio – me recordó Claudia cuando me bajaba de su vehículo.
- Lo sé.
- Y la psicóloga – apuntó.
- Mañana… lo sé.
- Y la fisioterapeuta.
- Lo sé.
- Lo sé, lo sé, lo sé – se burló.
Le saqué la lengua y me alejé antes de que empezara a recordarme el horario de los medicamentos y nos enfrascáramos en una confrontación entre indicaciones médicas y “lo seés”.
- - -
Caminé por el pulcro pasillo. Sentía una extraña sensación en la boca del estómago y un hormigueo en la punta de los dedos. Me parecía raro llevar tanto tiempo trabajando en este Hospital y nunca haber recorrido esta parte del edificio. Nunca me había roto un hueso, dicho sea de paso.
Miré la inscripción que anunciaba en la puerta que ya me encontraba frente a la consulta del Dr. Sergio Obregón, ...