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El diario de Claudia: terminé mamándosela a mi nuevo jefe
Fecha: 14/09/2019, Categorías: Gays Autor: ClaudiaZorra, Fuente: CuentoRelatos
Hace tres meses atrás conseguí un nuevo empleo, el cual era perfecto para mi ya que me dieron toda la libertad de ir a trabajar como Claudia, y no David. Estoy muy feliz ya que ahora puedo ser una chica sexy los 24/7 de la semana; claro, no puedo usar mi “ropa de trabajo nocturno” en absoluto pero se encontrar bien el límite entre lo sexy, lo sugestivo y lo mínimamente formal al momento de vestirme: falditas a la altura de mis muslos, blusas o tops usualmente de lycra elástica, bien apretada, tacos no menos de 10 cm de alto. Me encanta poder maquillarme en las mañanas para ir a laborar. El trabajo es a tiempo parcial, paga regular (saco más en mis “otros” negocios) en una compañía de envío de paquetes y esas cosas; para variar, la mayoría de empleados y trabajadores son hombres, pues hay mucho de llevar y cargar cosas. Ya saben. Felizmente además no hubo mucho rechazo por parte del personal: todos ok (claro, salvo uno que otro amargado), nada de ofensas ni cosas por el estilo. En realidad supongo que al verme tan linda y sexy algunos de ellos estaban más que felices de tenerme cerca. O muy cerca. Mi jefe es un tipo de casi 45, creo que divorciado, “interesante”, y al parecer, bastante liberal, tanto así como para contratarme. Me llama constantemente a su oficina para usarme como secretaria (supongo que soy la “secretaria ejecutiva” con las que muchos hombres tienen fantasías). Ya había notado que me daba esa mirada lasciva de vez en cuando, fijándose en mi trasero, ...
... mis piernas o mis labios. Sé bien cómo piensan los hombres y puedo detectar el deseo de inmediato. Sabía que en algún momento “algo pasaría”. En realidad, yo no me oponía, al contrario. Y así pasó. Tres semanas atrás, Christian, mi jefe, me pidió apoyarlo con la organización de varios documentos que necesitaba procesar; solo había que ordenarlos, pero eran bastantes, por lo que tomaría algo de tiempo; con la promesa de un pago extra (¿cuál sería?) acepté. Siendo pasadas las 5.30 pm la mayoría de empleados se habían retirado; yo seguía en la oficina de Christian, dedicada a mi tarea, mientras él, a unos metros, trabajaba en su laptop. Para evitar el silencio de la tarde, puso algo de música suave en su estéreo; su oficina estaba en el tercer piso, lejos del ajetreo de la recepción y otras oficinas administrativas. En pocas palabras, estábamos solos. Yo notaba sus miradas de reojo, sobre todo a mi trasero cada vez que doblaba mi cuerpo para sacar un documento de los cajones inferiores del archivero. Sabía que me deseaba. “Oh, pobre hombre, voy a sacarlo de su miseria existencial” me dije mentalmente. “Es momento de ser Claudia, la zorra de la noche.” Fingiendo una duda me acerqué a su escritorio para mostrarle unos papeles; él giró su silla hacia mí y yo, pendeja como siempre, me paré, de costado, entre sus piernas, como “quien no se da cuenta.” Incliné mi cuerpo para apuntar al papel y al hacerlo quedé a unos 20 cm de su rostro. Él se veía inquieto, sin saber cómo ...