Mi buena e infiel esposa
Fecha: 20/09/2019,
Categorías:
Intercambios
Autor: garrote2373, Fuente: RelatosEróticos
... como de grito en silencio y a su vez con sus manos lo agarraba para que no se aparte. Yo obedecí con sumisión el pedido de ella resignado.
Mientras Diego la bombeaba con ritmo ella gritaba, gemía, jadeaba, intentaba decir algo y me miraba con su mejor cara de puta. Su rostro evidenciaba algo más que satisfacción; era una cara de lujuriosa y libidinosa.
Diego avisó que estaba por acabar cuando mi esposa me exigió que haga lo propio en su cara. Fue así que el pelo, la cara y sus tetas estaban con mi semen mientras Diego llenaba el preservativo.
Sin dejar que decaiga la cosa empezó a limpiar los penes nuestros, chupándolos con firmeza. Ver a esa lujuriosa mujer, muy distinta a la habitual, me excitó y no permitió que mi pene decaiga.
-Quiero una doble penetración. Diego vos haceme la colita. Esta noche es tuya.
Fue así como nos pusimos los preservativos y empezamos a obedecer a mi mujer. Ella gritaba enajenada.
-¡Por Dios que cojida que me están dando! Mmm...Ayyy...Mmmm!!!
Ya no era mi mujer, la madre devota de mis hijos, era una guarra, una puta, una trola, como quieran llamarla seguro van a atinar en el adjetivo calificativo.
-Mi amor, bajate!!! Dejalo a Diego que me rompa toda!!! -me dijo mientras me empujaba y me separaba de ellos.
Caliente como estaba me ...
... pajeaba viendo como Diego le rompía literalmente la cola con ese pene grande. Ambos, y a pedido de ella, le acabamos en la cara, recibiendo la lluvia blanca y con la boca abierta como un pez hambriento. Ellos quedaron exhaustos, yo con una calentura que me la saqué más tarde con otra buena paja.
Pasó unos días que tuve que hacer un curso del trabajo en Detroit de un par de días. Como era de esperar en este país un piquete me hizo perder el vuelo, así que regresé de nuevo a mi hogar luego que la empresa reprogramara todo el viaje más el curso. En el portón de entrada se escuchaban gritos del interior de mi casa, con cuidado ingresé al interior y en la habitación matrimonial la imagen que me devolvía era terrible, difícil de digerir.
Mi esposa, la madre devota de mis hijos, una dama respetable ante los vecinos, estaba con Diego y otro hombre; uno la penetraba por detrás y otro recibía una mamada dedicada. Nada pude decir ni en ese momento ni después, hablamos del tema y mi mujer me amenazó que si nos divorciábamos me quitaba los chicos y no los veía más. Había experimentado ese trío y esos penes grandes y no los quería dejar más.
-¡Si querés mientras cojete una puta! -me dijo con desdén. Nada fue lo mismo para mí, a veces no me dejan ni ver y si me dejan ver no me dejan masturbarme