Ana (9)
Fecha: 05/09/2017,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... color azabache, era la envidia de cualquier mujer. Y sus piernas… Sus piernas eran simplemente increíbles.
— ¿Qué hacés? —la voz de Micaela la tomó desprevenida. Los ojos oscuros brillaban y se clavaban en los suyos.— ¿Me estás espiando? —dijo, risueña, más adorable que nunca.
Ana la abrazó, y besó sus labios. Micaela no opuso la menor resistencia, así que Ana le dio otro beso, y esta vez le metió la lengua en la boca. Micaela acompañó el beso con masajes linguales. Sus cuerpos se aferraron el uno del otro. Sus manos parecieron multiplicarse, porque se tocaban en todas las partes de sus cuerpos casi al mismo tiempo.
— Me gustás mucho. —susurró Ana.— Me gustás mucho, mucho. —repitió.
— Vos también. —le dijo Micaela. Peinó con sus manos el cabello de Ana hacia atrás y le dio muchos besos: en la mejilla, en los pómulos, en la nariz, en el ojo, en la boca. Una y otra vez.— Vos también me gustás mucho.
— Te quiero comer la concha. Quiero saber cómo sabe. —dijo Ana.
— Entonces comémela. —la invitó Micaela, y acto seguido se deshizo de su ropa interior.
Ana le comió la concha, y le gustó. Saboreó el fluido femenino que tantas veces había derramado en la cara de sus machos. Como le habían hecho sexo oral mil veces, sabía perfectamente cómo le gustaba a las mujeres que se lo hagan. Luego Micaela le devolvió el favor, produciéndole el cuarto orgasmo de esa madrugada. A continuación, usaron sus manos. Micaela era muy hábil con los dedos. Su índice se enterró en ...
... el culo de Ana, y el dedo medio de la otra mano hurgó con vehemencia en el sexo. Estaban en una posición complicada de describir, sus cuerpos estaban enredados, como atados en un nudo extraño. Ana se las arregló para explorar las profundidades de su amiga mientras ella misma era penetrada. Estaban exhaustas pero el deseo mutuo les producía una energía inagotable. Se saciaron de sexo, se empacharon de concha, se conocieron hasta el último rincón del cuerpo, y entraron la una en la otra hasta donde sus dedos se lo permitieron.
Cuando ya no daban más, durmieron abrazadas, hasta que se hizo la noche.
Si Andrés sería el reemplazo de Federico, Micaela sería el de Facundo, ya que su relación se basaba tanto en la atracción física como en la ternura que una despertaba en la otra. En pocas semanas se convirtieron en excelentes amantes, y en mejores amigas. No existían celos entre ellas, y tampoco competían. Se contaban todo, no por obligación o fidelidad, sino porque disfrutaban mucho compartir con la otra. Ana le contó sobre su relación incestuosa con su sobrino Daniel, cosa que asombró y fascinó a su amiga por igual. También se animó a confesarle lo que había sucedido con Federico aquella noche en que se había presentado con dos desconocidos. Pero Micaela no pareció interpretarlo como un abuso de parte de los hombres, ya que, según entendía, Ana no había sido lo suficientemente contundente al negarte.
— A ver, ¿Por qué no gritaste?
— No sé. Creo que tenía miedo a que me ...