Placer
Fecha: 09/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
Cada cual tiene una percepción distinta del término placer. Si le pregunto a mi padre, seguramente lo describirá como tomarse una copa de escocés de al menos doce años acompañado de un Montecristo del número 4. Mi madre creo que lo definiría como un largo paseo alrededor del lago que tenemos delante de casa, oyendo el chapoteo de los peces y el cantar de los pájaros. Mi hermana, sin duda evocaría una tarde de compras, de estantes llenos de prendas a precios rebajados para renovar completamente el armario.
Mi definición de placer encaja exactamente en lo que estoy sintiendo ahora mismo. Pero lo que convierte el sentimiento en extraordinario es que tiene continuidad en el tiempo, además de algunas derivadas.
Estoy sentado a los pies de una cama de matrimonio, completamente desnudo, con los pies apoyados en el suelo y las piernas ligeramente abiertas para dejar espacio. Los labios carnosos recorren mi hombría de arriba abajo y de abajo arriba con excitante lentitud, lamiéndome el glande al final del ascenso, lamiéndome la bolsa escrotal al final del descenso. Aunque podría tomarla de la melena rubia que se ha recogido en una rápida cola de caballo, o asirla de los pechos de tamaño medio que se mecen según su cuello inspira o expira, mis manos, ambas, están apoyadas sobre el colchón al lado de mis piernas, agarradas a las de mi glotona favorita.
Golosa, no ceja en su empeño, regalándome la mejor versión de sí misma. Sus ojos se abren para mirarme sonrientes, ...
... orgullosos del trabajo realizado, cerrándose a continuación suavemente para sentir hasta el último nervio de mi falo.
Eres la mejor. Se lo digo de veras, pues lo creo firmemente, sobre todo acompañado de la atmósfera que nos rodea. Sonríe ligeramente, perdiendo contacto con mi miembro pero solamente unos segundos, los indispensables para preguntarme si me correré en su boca. ¿Quieres que lo haga? Sí. ¿Te lo tragarás todo? Sí. ¿Todo, hasta la última gota? Sí, todo, hasta la última gota.
Acelera un poco aunque no demasiado. El placer requiere paciencia, además de constancia.
Estoy cerca, pero no se lo digo. No hace falta, pues mis manos se tensan enlazadas con las suyas. Aumenta la profundidad, si eso es posible. Incluso se detiene con mi glande encajado en su campanilla. Vuelve a subir, con exasperante lentitud. Baja con decisión, deteniéndose de nuevo. No aguantaré mucho más, a lo sumo 20 segundos. Otro ascenso con otro descenso son suficientes.
Gimo con fuerza mientras mi estómago se tensa y mi pene escupe, atenazado por una garganta experta, tragona, que se mantiene inmóvil aunque no inactiva. Cuando la fuente se detiene, el cuello se retira lentamente sin que los labios pierdan contacto con mi piel. Un beso en el glande es el último contacto que tienen con mi polla, antes de mirarme satisfecha, con la cara aún colorada por el esfuerzo y los ojos alegremente húmedos.
Se llama Nora y detrás de ella, sobre una cómoda marfil de cuatro cajones, sonríe feliz dentro de un ...