Placer
Fecha: 09/09/2017,
Categorías:
Transexuales
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... muchas más cosas, pero este sería un resumen bastante ajustado a la realidad. Yo solamente escuchaba e intentaba calmarla más que terciar, pues ni tenía confianza suficiente con ella ni me apetecía disculpar al cabrón que llevaba meses amargándome la existencia.
Reza el refrán que a la tercera va la vencida. Tal vez sea cierto, tal vez sea otra bobada más de las miles que pueblan el saber popular, pero en este caso la tercera copa le abrió la mente o le aclaró las ideas, no sabría cómo calificarlo. La cuestión es que finalmente la calmó, dejando de lamentarse para entablar conmigo un juego de confidencias que se fue poniendo interesante a medida que los sorbos iban bajando por su garganta.
-Sabes, me casé con el más guapo, el que tenía ante sí el futuro más prometedor, el que todos dábamos por hecho que iba a triunfar. Pero no pienses que me casé por eso. Me casé enamorada. Enamoradísima. Además de orgullosa de haber enamorado al hombre que querían otras chicas, de que me hubiera elegido a mí en vez de a otras. Envidiada, así me sentía, orgullosa y envidiada. Pero desde un primer momento supe que tendría que luchas contra su ego y su afán de triunfo.
Calló un rato mientras apuraba la copa. Miró el fondo del vaso, vacío de nuevo. Por un momento pensé que iba a pedir la cuarta copa, así que le ofrecí llevarla a casa, esperarlo ahí pero no seguir bebiendo. Me miró curiosa, con una media sonrisa que se tornó en contenido sarcasmo.
-No me espera nadie en casa, pues ...
... la niña está con mis padres. Y esperarlo a él es lo que hago desde hace años. Hoy no voy a hacerlo.
-De acuerdo, nos quedamos un rato más si quieres o vamos a dar un paseo, pero no bebas más.
-¿A ti no te espera nadie en casa? –Negué. -¿Y aquella chica con la que viniste a la fiesta, la pelirroja?
-Hace tiempo que se acabó. No estoy con nadie ahora.
Entonces lo percibí claramente, tanto que mi pene reaccionó antes que yo, saludando a gritos. La herida mujer me miró fijamente, hambrienta más que seductora, pero aún tardó en preguntar: ¿Vives solo? Asentí.
Nora tiene 41 años. Elegante, educada, más inteligente que lista, además de afectada. Físicamente es rubia, de cuerpo estilizado y bien cuidado. De aquellas mujeres de clase alta que prefirieron no dar de mamar a su hija para no lastimar un cuerpo esculpido a conciencia. Pero lo que no preví cuando entramos en mi apartamento es que estaba dispuesta a sacar todo el fuego que llevaba dentro para resarcirse del abandono.
Ya en el ascensor, vivo en un cuarto, nos comimos con ansia. Me costó abrir la puerta de casa pues no me permitía soltarla, besándome, agarrándome de donde podía, cintura, brazos, caderas, manos. La empujé contra la pared al entrar en el recibidor, besándola, para detener el juego un par de segundos para preguntarle si estaba segura. Que se joda el cabrón de mi marido, respondió. Que se joda el cabrón de mi jefe, pensé yo.
La desnudé allí mismo, arrancándole la ropa mientras nos babeábamos ...