Yegua domada (1)
Fecha: 14/12/2019,
Categorías:
Masturbación
Autor: Anabella, Fuente: CuentoRelatos
Querida ***: Hace mucho tiempo que quería contar esto, pero no hallaba la persona indicada para ser mi confidente. Lo que voy a contarte sucedió hace unos pocos años, cuando yo aún era un adolescente. Iba a la secundaria estatal, y al principio todos me humillaban. La razón del maltrato era que se había filtrado la noticia de que mi mamá había sido prostituta en su juventud. El dato era absolutamente cierto, y aparte, en el primer curso, yo era bastante escuálido. Pero al año siguiente, como nos suele pasar a esa edad, pegué el estirón. Ahora ya era difícil tomarme el pelo, con mi metro ochenta y los brazos que habían criado músculos jugando al tenis. De hecho, a uno que volvió a mencionar el asunto de mamá, le pegué una piña que lo tuvo sangrando todo el recreo; por suerte el tipo estaba tan asustado que le mintió a la celadora y le dijo que se había caído.
A partir de entonces todos me respetaron. Y no sólo por mi contextura, sino por otra ventaja que en segundo año ya era notable, pero que, cuando llegamos a quinto se había hecho fenomenal: tenía una soberbia poronga, no sólo por los 27 cms. de largo, sino por lo gruesa: aun haciendo un anillo con el índice y el pulgar no alcanzaba a tocarme los dedos. Mis compañeros se habían dado cuenta en la clase de gimnasia; los más íntimos me cargaban, otros miraban admirados… Si algo faltaba para ganarme el respeto de todos era eso.
El problema era que no quería salir con chicas de mi edad, porque tenía miedo de reventarlas. ...
... Yo despreciaba mucho a las mujeres, pero tenía ciertos escrúpulos, acaso por mi juventud.
Con mi madre vivíamos solos, ya que mi padre, elfiolo que la explotaba, se había rajado hace tiempo. Como dije, yo no dejaba que nadie hablara mal de ella, pero íntimamente la despreciaba; para mí, seguía siendo una puta, aunque ya llevara años sin hacer la calle. Su manera de vestirse y de pintarse, sus movimientos, su indudable belleza (por entonces tenía 39 años, el pelo castaño enrulado, los ojos verdes; sus medidas, según lo que vi una vez en la nota de una modista, eran 96-62-110) … todo me lo recordaba. Como sea, nunca le perdoné las humillaciones por las que había pasado, y siempre las tuve latentes dentro de mí… Hasta que un día todo explotó.
Yo ya estaba en quinto año. Una tarde llegué del colegio temprano y, como no encontré nada en la heladera, me bajé un litro y medio de vino tinto. Después me quedé en la cama mirando la televisión. Cuando mamá llegó de su trabajo –en esa época en una casa de familia-, le dije:
—Hace horas que quiero comer y no hay nada, andá a prepararme algo.
Se me quedó mirando, sorprendida de mi tono alcoholizado; enseguida se puso a reír y se fue al living sin dejar de lanzar carcajadas. Al rato escuché la tele de abajo: se había sentado a ver una serie, sin darme la más absoluta bolilla. Creo que, hasta entonces, jamás había estado tan enojado con una mujer. Terminé lo que quedaba del vino, y bajé.
Cuando me vio acercarme, me dijo:
—Si ...