Yegua domada (1)
Fecha: 14/12/2019,
Categorías:
Masturbación
Autor: Anabella, Fuente: CuentoRelatos
... vas a la cocina, preparame unsánguche para mí.
Y siguió mirando la televisión, mientras meneaba la cabeza.
Yo me paré frente a ella y me la quedé mirando.
—Me estás tapando el televisor… ¿no te das cuenta? —me dijo, con un tono cada vez más soberbio.
Dudé apenas un instante sobre lo que cabía hacer, hasta que, ya sin ser dueño de mí mismo, le metí un soberbio cachetazo. Ella se tomó la cara y me miró indignada. Pero antes de que pudiera reaccionar, le pegué otro de revés. Recién entonces se dio cuenta de lo que se le venía y me dijo en un grito:
—¡Calmate, por favor, calmate, soy tu madre!
—Vos sos una puta y lo sabés —respondí yo, sin levantar la voz, pero con firmeza, alentado por la bronca y el alcohol.
Los dos sopapos no habían alcanzado para calmarme, así que la levanté del brazo y la llevé a la cocina dándole patadas en el culo. Creo que ella gritaba cada vez más, pero todo pasó muy rápido y sólo alcanzo a recordarlo de forma borrosa. Lo que sí recuerdo bien es cómo mamá se puso a cocinar enseguida, mientras yo me sentaba en el mismo sofá de donde la había arrancado. Pero apenas sí le presté atención al televisor; mi mente estaba absorbida por las humillaciones que había sufrido desde niño. Nada me serenaba. Pensé que ya era mayor de edad y que, a pesar de haber sido beneficiado con una pija de burro, sentía grandes impedimentos para entablar una relación con una mujer. Lo único que me salía en ese momento era ir cada tres o cuatro minutos a la ...
... cocina, para cagarla a pedo.
—Mové el culo, puta, tengo hambre.
No sólo por mi fuerza física y por mi enojo, sino por mi rostro, que debió ser temible en ese momento, ella me respondía:
—Ya va a estar, hijo, dame un ratito más, por favor —o cosas así. Y maniobraba con toda la rapidez de la que era capaz.
No creo que haya pasado más de media hora. Me había preparado un churrasco con ensalada y lo trajo hasta el living sin decir nada. Los vahos del alcohol empezaban a abandonarme, y me sentía un poco culpable; cuando terminé de comer ella me preguntó si podía retirar las cosas y lo hizo de inmediato. Yo me había hecho el propósito de pedirle disculpas cuando viniera de la cocina; pero no me dio tiempo.
Apenas volvió, se sentó a mi lado; yo no dije nada, atento a lo que ocurriera. Después de mirarme un rato, balbuceó:
—Perdoname.
Lo dijo tan bajito y con tanta ternura que apenas la oí. Empezó a lagrimear, mientras repetía “Perdoname” a cada rato. Al fin, puso la mano en mi bragueta y estuvo un rato tanteando el vistoso monte que hacía mi poronga. Me di cuenta de que ya no era sólo mi madre, sino también mi puta, sólo que no se animaba a ir más allá. La idea que había tenido de pedirle disculpas me parecía ridícula ahora. En lugar de eso, le dije con suma calma:
—Arrodillate y chupame la pija.
Ella me miró suplicante. Tuve que repetir.
—Chupame la pija, te dije. ¿O querés que te cague de nuevo a patadas en el culo?
Dio un respingo; en dos segundos ...