-
Reencuentro esperado
Fecha: 19/12/2019, Categorías: Gays Autor: Mario, Fuente: CuentoRelatos
... ardor cada pliegue, lamo tu piel y tus poros y trago, devoro tu gusto a sexo. Sé que chupo y trago los restos de semen que tu amante ha dejado sobre tu piel… y me gusta hacerlo, disfruto a sabiendas de que estoy lamiendo mi propia humillación: un hombre, otro hombre que ni siquiera conozco, ha gozado con mi mujer, la ha poseído mientras ellas se entregaba como una perra en celo. No puedo resistir por más tiempo la ansiedad y le pido que me hable, que diga algo. Ella sin más me aparta, se agacha frente a mi y empieza a chuparme la polla, pero al cabo de unas pocas emboladas levanta la cabeza y me dice: "¿te gusta?", a lo que respondo: "¿le ha gustado a él?". "Sí, creo que lo ha pasado tan bien como yo…". "Iba por la Rambla, caminando por el paseo central, cuando de pronto alguien me agarró del brazo. Al principio no le reconocía, pero se trataba ni más ni menos que de Artur F., a quien no había visto desde hace muchos años. ¿Sabes de quien se trata? ¿Te acuerdas de aquella historia que te conté hace tiempo de un rollo que tuve con un hombre mayor que vivía en el barrio de Horta?". "Sí, me acuerdo; aquel profesor o algo así que fuiste a visitar una vez a su casa para follártelo, ¿no?". Era, en efecto, una de sus viejas historias que más me gustaba. Ella tenía poco más de veinte años y corría el tiempo de la transición política española, cuando conoció a un cuarentón intelectualizado con el que tuvo una relación de conversaciones y discusiones políticas en grupo, en ...
... torno a la mesa de algunos cafés de moda, tan propias de la época. Me había contado que en una ocasión acudió a la casa de Armand, que así se llamaba, y acabaron -o empezaron-follando sobre la alfombra de la biblioteca, él tumbado de espaldas al suelo y ella cabalgándole. Acudió a aquel piso otras ocasiones con el mismo propósito: tirarse, o dejarse tirar, por aquel hombre que hubiera podido ser su padre. "Pareció muy contento de verme y nos pusimos a charlar, preguntándome por el transcurso de mi vida y por fulanito o menganita de aquellos tiempos. Me invitó a tomar algo en el Café de la Ópera y me explicó que un año antes había comprado un piso en la calle Tallers, muy cerca de allí, que viví en el barrio y que estaba encantado de haberme encontrado. No sé por qué, pero me iba sintiendo caliente; no salían de mi cabeza algunas escenas vividas con él hacía tanto tiempo. Me acordaba de aquella polla monumental que tenía y cuando me propuso enseñarme su casa me sorprendí a mi misma aceptando la invitación. El piso resultó ser un ático muy soleado desde el que se veía el puerto y algún trozo de mar. La decoración y el mobiliario me recordaron enseguida aquella otra vivienda suya que había conocido. Seguramente había traído sus muebles. Íbamos hablando mientras entrábamos en la casa, que recorrimos pieza por pieza hasta llegar al dormitorio, muy espacioso y con el desorden organizado propio de un solterón. Ambos sabíamos que habíamos llegado a nuestro destino y se hizo el ...