Cristina (3)
Fecha: 12/02/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
Agustín, cuarentón, espigado y con facciones de galán, vestía un traje gris de Armani, camisa blanca, corbata gris y calzaba zapatos negros. Entró en el chalet, después de dejar su Mercedes en el garaje. Se fue a la cocina, cogió una cerveza en la nevera y un abridor en un cajón, la abrió, echó un trago y la puso sobre la mesa. Cogió el pan de molde, la mantequilla y el queso en lonchas y se dispuso a hacer un sándwich.
En el piso de arriba, le decía Cristina a Mariola:
—Vas a tener que ponerte ropa de la mía.
—¡Qué remedio!
Empezaron a coger ropa en el armario.
—¿Es verdad qué te gusta mi padre?
—No.
—¡Qué pena!
—¿Y eso a que viene?
—A que odio a mi madre. Por su culpa estuve encerrada en el internado.
—Y te gustaría que yo le metiese los cuernos. ¿Es eso?
—Tú no tienes cuernos.
—Pero puedo meterlos.
—No te veo con un casco de vikinga.
—Tu ignorancia de la vida es grande. En fin. Fóllatelo tú.
—¿Follar?
—¡Otra vez! Sí, follar. Yo follo, tú follas... Yo follé, tú follaste...
—Ya sé que es un verbo. Pero, ¿follar es copular?
—Es lo mismo.
—Pues no es verdad lo que has dicho.
—¿Por qué?
—Porque ni yo follo, ni tú follas, ni yo follé, ni tu follaste.
Oyeron la voz de Agustín, que se había acercado a las escaleras de caracol que llevaban al piso de arriba.
—¡¿Quieres un sándwich de queso, Cristina?!
—¡Haz dos, papá! ¡Estoy con Mariola!
Agustín, volvió a la cocina.
Mariola, descalza, se había puesta ...
... una camiseta roja que le quedaba flojísima y unos pantalones grises, sujetos con un cinto, que le quedaban cortos. Cristina, una minifalda, una blusa y unas zapatillas de deportes, verdes.
Cristina y Mariola, llegaron a la cocina. Agustín, al ver las pintas de Mariola, le preguntó:
—¿A qué estabais jugando?
—A las muñecas —mintió Mariola.
—¿Hicisteis algo más?
Le respondió Cristina.
—Miramos un video.
—¿Qué video mirasteis, cariño?
—Como hacer una buena mamada.
Agustín, al oír las palabras de su hija, estrujó la rebanada de pan y pringó la mano de mantequilla.
—¡¿Qué mirasteis, qué?!
Le respondió Mariola.
—Como hacer una buena monada.
—¡Uffffff! Había entendido otra cosa.
Cristina, volvió a la carga.
—Entendiste bien, papá. Mamada. Ma-ma-da.
—¡Yo me voy! —dijo Mariola.
—¡Tú te quedas! En dos días has pervertido a mi hija. ¿Qué más le enseñaste?
—Yo no le enseñé nada —dijo Mariola, temblando.
Cristina, ya estaba lanzada.
—Me enseñó como se corre una mujer, con la lengua y con los dedos.
—¡Será putilla!
—Será, pero a ti bien que te gustó ver como me masturbaba.
—¡¿Qué?!
—Te vi mirándome mientras me masturbaba, papá, y te vi con el pene en la mano.
—Será mejor que hablemos de eso a solas.
Mariola, se vino arriba.
—Vaya, vaya, vaya. Pensé que era una fantasía de su hija, pero sus palabras me han confirmado que no era.
—¿No te ibas, Mariola? —dijo Agustín, muy serio.
—Ahora para irme quiero 100 ...