1. La lujuria de Edurne


    Fecha: 20/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Amanecía la primavera en sus hombros desnudos, apenas sin tiempo para recordar lo que había pasado. Todo en ella eran preguntas: "¿dónde estoy?, ¿qué hago yo aquí?, ¿qué hora será?". Sus manos empezaban a quedarse frías, y sus ojos, clavados en el techo rancio y pintado de blanco, intentaban acelerar el recuerdo en la memoria. Sólo sabía que estaba desnuda y que se encontraba exhausta. Esa noche había cabalgado su cuerpo a lomos de la pasión.
    
    Miró al trasluz de la puerta del cuarto, y pareció adivinar un torso masculino. Joven, alto, espigado, muy moreno de piel y de cabellos, erguido bajo el marco de un cuadro abstracto que presidía la pared que estaba frente a la cama. Edurne empezó a recordar.
    
    - "Ven aquí…, ven conmigo".
    
    Él empezó a caminar, y a medida que se acercaba, su cuerpo le parecía más seductor, su forma de andar más desafiante, su mirada más felina. Entonces recordó lo que había sucedido. Una sensación de calor inundó su piel cuando él se sentó a su lado, y le tomó de nuevo las manos:
    
    - "Te quedaste dormida, y no quise despertarte…¿Tienes hambre?"
    
    - "Sí…Tengo hambre de ti".
    
    Sus ojos se encontraron en un punto, y el choque de sus miradas los devolvió a la vorágine de la seducción. Los dos conocían ese brillo feroz, se sabían de memoria ese gesto, a medio camino entre la ternura y la locura, entre la pasión y la necesidad. No pasó ni un minuto, y él la empezó a besar en el cuello, acariciando su cuerpo muy lentamente.
    
    Edurne se dejó ...
    ... llevar…Corría una leve brisa a través de la ventana entreabierta, que movía las cortinas del cuarto. Ella lo agarró con fuerza, acercándolo a sus pechos. Notó como aumentaba su locura, cómo se le perdía la mirada entre sus brazos. Cuando quiso darse cuenta, estaban de nuevo acostados y desnudos, uno al lado del otro, ciegos de pasión, arrastrados por la misma fuerza indomable que los conducía de nuevo, una vez más, hasta la senda del placer.
    
    Él rodeaba con la lengua sus pezones, muy despacio, saboreándolos, mientras acomodaba su cuerpo, agarrando el de ella por la cintura. Sin esfuerzo, la subió encima de él, sujetándola por los muslos, colocando el pene entre sus piernas. Edurne exhaló un primer gemido que era sólo la confirmación de que había entrado muy bien. Y comenzaron a moverse los dos, y el fuego empezó a quemarlos por dentro.
    
    Ella tocaba su pecho y sus hombros. Él la miraba fijamente, acariciando su cintura. Cabalgaban sin parar, cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Ella apoyó las manos en la almohada, poniendo los senos a la altura de su boca, para que los pudiera chupar. El pene entraba y salía de su refugio una y otra vez, con la misma cadencia que el ritmo frenético de sus cuerpos. Un leve gesto de Edurne le hizo comprender que había que cambiar de postura.
    
    - "Cambiemos, preciosa…Ven, ponte así…".
    
    A cuatro patas. Él le agarró con su mano derecha por la cintura, metiendo de nuevo su sexo hasta dentro con un movimiento suave pero directo. Con la mano ...
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