1. Una noche con mi profesora de química


    Fecha: 24/09/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: claveldeldeseo, Fuente: RelatosEróticos

    Yo tenía una profesora que me hacía química, a quien desde que entraba a la sala de clases quedaba mirando con apetito voraz por su tremendo trasero. No era una mujer agraciada, pero su madurez me inspiraba fantasías sexuales, además de, obviamente, el delicioso atributo que tenía atrás. Era un trasero de madre, con una firmeza que invitaba a ser penetrado. Me volvía loco. En cierta ocasión la encontré con pantalones azul de tela. Aquel redondo culo se le remarcaba de forma sublime. Veía sus dos nalgas como un tesoro, luciéndose frente a mí, en las que quería entrar.
    
    Así pasaba las horas de su clase, soñando con poseer su ano, develar aquel secreto, dominarla en la intensa intimidad.
    
    Pensé que era imposible, pero mi espíritu de macho insaciable me llevó a arriesgarme (y ciertamente podía perder mucho). Intercambiando correos con ella, de forma muy indirecta le di a entender que quería una cita. Ante mi asombro, ella aceptó. Quedamos para juntarnos en el restaurante de la esquina a la noche.
    
    Me sentí incómodo la mitad del tiempo, pues era un inexperto a la mesa con una mujer adulta. Traté de disimularlo. Ella estaba muy elegante, vestía de negro, dejando al descubierto la parte inferior al cuello, aquella piel de hembra que me llamaba. En mis fantasías me imaginaba bajo ella, abriéndole las piernas, echando su culo hacia delante y penetrándolo, exponiendo la mercadería. Esa posición para mí era brutal. Estaba ansioso por tenerla así.
    
    Por suerte, para el resto de ...
    ... la cita ella me tranquilizó. Su mirada comunicaba deseo. Esto me hizo poder respirar y darme cuenta de lo mucho que quería precipitarme a su boca y besarla con locura. Me hacía insinuaciones, diablos, tuve una paciencia infinita para no arrojarme sobre ella en ese instante. Tenía que esperar un poco más, todavía nos faltaba fijar el lugar. Ella confirmó mis sospechas al confesarme:
    
    —Sé que eres mi alumno pero te diré algo: me gustas.
    
    No cabía en mí de felicidad, quería zampármela. Pero todavía unos minutos. Me dijo que la acompañara al apartamento. Por supuesto asentí, la seguí y salimos del local. Estaba sucediendo, nunca tuve una oportunidad más grande en mi vida. Después de todo, era un chico afortunado.
    
    Me daba miradas fogosas y se mordía el labio. En el silencio de la noche giró la llave y abrió la puerta. Ingresamos al apartamento, encendió una luz. ¿Quieres comer algo?, me preguntó. Negué con la cabeza enseguida. No me había dicho para qué me traía y yo ya lo sabía. “Sólo vamos al asunto”, pensé. Me señaló con su mirada la puerta abierta a la habitación, que invitaba a entrar y se fue por el pasillo. Cada vez más ansioso fui a su dormitorio y salté a la cama.
    
    Al rato entró, y se puso a registrar un ropero a un lado. Aproveché de mirarle el culo; redondo y cautivador. Se le remarcaba el calzón, era blanco. Con discreción, sobre la cama me llevé la mano bajo el pantalón, masajeándome. La profesora volteó, exhibiendo conjuntos de lencería negra en sus manos, y ...
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