-
Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... un pequeño grito acompañado de uno de sus roncos jadeos. Era tal su nivel de excitación que tuvo que detener la mamada varias veces pues los gemidos le impedían chupar bien. Por lo que me harté. Arrodíllate en el suelo como una perra. Obedeció al instante, ansiosa pues iba a correrse en un par de estocadas. Se la metí en el coño, pero no te corras aún. Al tercer envite gritó, ¡ya!, por lo que la saqué, ordenándole darse la vuelta para chupármela. Engullía desesperada, jadeando poseída. Volví a penetrarla, esta vez por el culo. No me costó pero aumentó en mucho el placer que yo sentía. Ella, en cambio, aguantó varios golpes de cadera hasta que me avisó de nuevo. Me detuve, girándola. Comió desbocada, sin importarle lo más mínimo el sabor. Hasta que reanudamos la penetración, vaginal esta vez. Pero no duraba ni cinco segundos. Entonces decidí acabar, pero usaría su recto y sus nalgas. Entré profundamente y me paré para propinarle una nalgada. Jadeó con la penetración, gritó casi orgásmica con el manotazo. Me retiré y repetí la operación, de nuevo, otra vez, otra. A la séptima u octava bramó enloquecida que se corría. No la detuve, pues dudo que hubiera podido hacerlo. Al contrario, percutí con ganas pues yo también estaba cerca. En cuanto me vacié, su cuerpo se venció hacia adelante, cayendo yo sobre ella. Nos habíamos desacoplado, pero movió el culo para acercarlo a mi polla mientras se la encajaba de nuevo con la mano. Empujé para volver al hogar, mientras le ...
... decía al oído lo contento y orgulloso que estaba de ella. Un suave gracias, gemido, fue su plácida respuesta. *** Durante dos semanas el juego siguió sin especiales variaciones. Algunos días la exhibía, otros íbamos directamente a mi casa, pero más allá de confirmar que se corría con la misma intensidad anal o vaginalmente, sobre todo si iba acompañado de nalgadas, no avancé demasiado. Además, acostumbrado a vivir solo, yo tenía una agenda propia con amigos y familia, así que no nos veíamos a diario. Los dos fines de semana tampoco, pues el que tuvo a su hijo lo dedicó a estar con él, mientras el otro, yo tenía programado un viaje a Andorra para ver a mis padres. Los lunes aparecía ansiosa, sobre todo el segundo, así que el tercero decidí ningunearla, a ver por dónde iban los tiros. Noté su mirada clavada en mí todo el día, incluso provocó que nos cruzáramos un par de veces, pero no le hice ni caso. El martes sí hablé con ella, pero no fue intencionado. Me la encontré en el ascensor al llegar. Fue casual pues yo subía del parking mientras ella entró en la planta baja. Me miró nerviosa, pero al no decirle nada reaccionó de un modo inesperado para mí, desesperado. Se arrodilló en el suelo y se llevó las manos a la espalda. Tiré de ella en la octava planta, pues no quería que se abriera la puerta y los compañeros la vieran así. Solamente ordené: Espérame en el rellano de mi casa. Sus ojos sonrieron, aunque no sus labios. Aunque tenía copia de las llaves de mi ...