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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... bailes más o menos cálidos, pero su cercanía había sido muy obscena así que me dejó palote y sin premio. Yo también decidí largarme de la fiesta, pero antes de tomar el coche tuve que pasar por el baño. Curiosamente, el local también tenía lavabos públicos en el exterior, en una puerta colindante a la entrada principal, a los que me dirigí pues los interiores estaban llenos, donde me encontré con la sorpresa del año. -De verdad, no puedo hacerlo. –Abrí los ojos como platos. En el cubículo del fondo, de los cuatro que tenía aquel aseo, había alguien, una mujer de la que había reconocido la voz.- Por favor, Marcos, hemos llegado demasiado lejos. -¿No pensarás dejarme así? -No puedo hacerlo –insistía. –Sabes que estoy casada, conoces a mi marido. Pero se hacía el silencio y se oían suspiros y roces, así que decidí moverme sigilosamente, pues ver como mi amigo se tiraba a la beata en un baño público me puso a mil. No pude ver nada, ya que las puertas llegaban al suelo, pero escuché claramente toda la sinfonía. -Tú también lo estás deseando, estás tan caliente como yo. –Marcos por favor, no debo. Más suspiros, sonidos de ropa, de brazos, pero ella mantenía su negativa, hasta que mi compañero planteó una alternativa. -Al menos hazme una mamada. -Vale, te lo hago con la boca, –aceptó al cabo de unos minutos mientras mi polla cobraba un tamaño sideral –pero con una condición. Ni una palabra a nadie. Oí una cremallera, ropa moviéndose, hasta que Marcos ...
... profirió el primer suspiro. Pero lo más excitante para mí, además de imaginar sin poder ver, fue escuchar los sonidos de succión de la felatriz, acompañados de algún que otro gemido. El lunes siguiente, Marcos, no solamente me relataría con pelos y señales la mamada de la mujer, expulsada sobre un buen par de tetas, pues no me dejó correrme en su boca, sino que lo aderezaría con una foto tomada con el móvil en la que sus labios eran profanados por una barra de carne. Tenía los ojos cerrados, concentrados, por lo que no se dio cuenta de la toma de la instantánea. Pero volvamos al viernes. Salía antes que ellos del cubículo, para que no se dieran cuenta de que habían tenido un espectador, ¿cómo se le llama a un mirón auditivo?, con un empalme de tres pares de cojones. Y allí me la encontré, al lado de mi coche, haciéndole señas a un taxi que no se detuvo. -¿Quieres que te lleve a casa? -No hace falta, gracias, eres muy amable. -No me cuesta nada. Venga, sube al coche –ordené más expeditivo de lo que hubiera aconsejado la buena educación. Noté la sorpresa en María, pero obedeció dócilmente. Me sorprendió la dirección que me dio, pues pensaba que vivía en mi barrio, así que me explicó que desde hacía unos meses vivía con su madre. No incidí en el tema, pero era obvio que se había separado de su marido. Preferí preguntarle por la fiesta y qué tal se lo había pasado. Bien, fue su escueta respuesta, confirmándome su conocida timidez, pues costaba arrancarle algo más que ...