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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... había parecido la hostia, pero mi perfil de amo dominante que cada vez estaba desempeñando mejor apareció implacable. No le había dado permiso para correrse, así que me había desobedecido. Por lo que si quería mantener intacta mi autoridad sobre ella, debía castigarla. -No recuerdo haberte dado permiso para correrte. -Lo siento, no he podido evitarlo –suplicó. -Aquí te quedas. Vas a tener que volver caminando a tu casa. Dedica el paseo a pensar en qué debes mejorar. Suplicó, sollozó incluso, disculpándose para que no la abandonara allí, pero hice caso omiso. Monté en el coche y allí la dejé, a más de una hora de su barrio a pie. *** Al día siguiente no le hice ni puto caso. Noté su mirada pendiente de mí pero la ninguneé completamente. Incluso a media mañana se acercó al office cuando me levanté a tomar café, pero fui acompañado de Marcos y otra compañera, así que no llegó a entrar en la pequeña sala. El lunes apareció con el vestido de una pieza, pero seguí distante, como si no la conociera, hasta que me la encontré al lado de mi coche a última hora de la tarde. En cuanto estuve a un par de metros de ella, bajó la cabeza y se levantó la falda para que pudiera ver que no llevaba bragas. -¿Qué haces aquí? -Te necesito. -¿Y? -Haré cualquier cosa que me pidas. Te obedeceré en todo y nunca más volveré a desobedecerte. Te lo prometo. -¿Cualquier cosa? -Cualquier cosa. -¿Y si te pido que subas desnuda a la octava planta…? –No me dejó ...
... terminar. Quitándose el vestido por encima de la cabeza, comenzó a caminar hacia el ascensor, desabrochándose el sujetador. Tuve que detenerla. –No te he dicho que lo hicieras. Te he preguntado si lo harías. Bajó la cabeza, aunque pude ver sus ojos húmedos por la tensión, se arrodilló en el suelo y rogó, por favor. No podía tenerla en aquella situación mucho rato, pues aún quedaban compañeros en la empresa, además de los inquilinos de las otras siete plantas del edificio, que podían aparecer en cualquier momento para recoger sus vehículos, así que la invité a entrar en el coche. Me puso burrísimo tenerla completamente desnuda después de que se arrodillara en el suelo suplicando, pero le ordené taparse con el vestido cuando el coche cruzaba el dispensador del ticket, pues hay cámaras de vigilancia y no quería que el vigilante nos convirtiera en la comidilla de la empresa. Conduje un rato sin rumbo, planeando el castigo, pues es obvio que debo castigarte, asintió prometiéndome fidelidad eterna, hasta que decidí continuar el juego del último día, pues era la manera más coherente de demostrarme obediencia. Entró en mi apartamento gateando después de haberla obligado a subir desnuda por la escalera. Me trajo la cerveza como una perra y esperó a que le echara el hueso. Pero no lo hice. Llamé a mi hermana, con la que estuve al teléfono más de media hora pues debíamos coordinar una fiesta de mis padres. María se mantuvo en posición, desnuda, arrodillada con los brazos ...