Aquelarre
Fecha: 13/04/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
... lugar de mi embotado cerebro– El sueño de mi vida: ¡una orgía!
– III –
Uniéndose en parejas unos, en tríos otros, como siguiendo un guión previamente memorizado, hombres y mujeres fueron agrupándose, comenzando a besarse, a acariciarse, a chuparse, a mordisquearse… Yo permanecía obnubilado, mirando a mi alrededor sin terminar de creérmelo. Entonces Salomé se acercó, cogió mi mano y me besó. Pegó su cuerpo ornamentado con numerosos tatuajes al mío. Puede sentir el calor que bullía bajo su piel. Noté sus pezones anillados y erguidos rozando contra mi pecho. Posé mis manos en su rostro, acaricié su cuello y sus hombros, y descendí por la suave curva de su espalda hasta alcanzar el culo. Sus glúteos eran pequeños, redondos y firmes. Los acaricié, los agarré, los estrujé e introduje mis dedos entre ellos, deslizándolos dentro de la cálida raja hasta encontrar el anillo del ano. Una de mis manos jugueteó con él mientras la otra continuaba su exploración hasta los labios de la vagina, abiertos y húmedos; en su interior latía el clítoris perforado por un piercing –¡lo sabía!–.
Sus manos, entretanto, acariciaban mi cuerpo, deslizándose por mi pecho y descendiendo hacia el abdomen; juguetearon con el vello de mi pubis y cuando se movieron hacia mi polla el corazón, desbocado, casi se me sale por la boca. La última –y primera– vez que una tía me la había tocado había sido en el primer año de carrera, durante la fiesta de fin de curso. Elisa –algo regordeta, melena pelirroja, ...
... ojos grandes y miopes– estaba tan borracha que después de magrearnos, y cuando su mano ya se encontraba dentro de mi bragueta, se quedó dormida como un ceporro. Al día siguiente y una vez serenos decidimos que no estábamos hechos el uno para el otro.
Salomé acarició mi verga suave y despacio, recorriéndola al completo como si quisiera familiarizarse con ella, conocer en profundidad cada protuberancia, cada pliegue y cada venoso meandro. Acarició toda la extensión del fuste, siguió las rugosidades del prepucio y deslizó sus yemas por el tenso frenillo hasta el glande. Mojó uno de sus dedos en la gota de semen que emergía de la uretra y se lo llevó a la boca, lamiéndolo con lubricidad. Me puse tremendamente cachondo.
–¿Me presentas a tu invitado?
La voz me sobresaltó, concentrado como estaba en la deliciosa catarata de sensaciones que me asaltaba. Era la sacerdotisa que había oficiado la misa negra. Desprendida de su túnica, completamente desnuda resultaba una mujer impresionante. Poseía un físico muy diferente al de Salomé. Alta, morena, con una espectacular melena de brillante y negro cabello que caía sobre la espalda formando suaves ondulaciones. Su poderosa anatomía parecía formada por un sinfín de curvas imposibles, largas piernas de rotundos muslos, anchas caderas que conformaban un culo perfecto, cintura delgada y grandes tetas, naturales y jugosas. Recordaba a una de aquellas carnales y raciales actrices del cine italiano de postguerra –una maggiorata–, pero ...