1. Aquelarre


    Fecha: 13/04/2020, Categorías: Infidelidad Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos

    ... labios como si quisieran arrancármelos, en tanto su lengua exploraba todo el interior de mi boca. Yo deslicé mis manos a lo largo de toda su piel de seda. Mi polla, dura como el mármol, acarició su rizado pubis. Podía haberme corrido en ese mismo momento, pero entonces se apartó, atrajo hacia nosotros a Salomé y la besó con similar pasión. Con la mirada ambas me invitaron a unirme. Nuestras tres bocas se adhirieron entre sí, aplastándonos los labios, enroscando nuestras lenguas y mezclando nuestras salivas.
    
    Mis manos buscaron las entrepiernas de ambas mujeres, acaricié sus labios vaginales y estimulé sus clítoris. Zurdo como soy manejé con mayor habilidad el sexo de Salomé, que se hallaba a mi izquierda, mientras con la derecha procuraba estar a la altura con el coño de Lilith. Ellas, por su parte, sobaron todo mi cuerpo hasta que sus manos confluyeron en mi polla. Me masturbaron entre las dos –otro momento que me pareció un sueño– hasta que, un segundo antes de alcanzar el orgasmo, se detuvieron al unísono, como si lo tuvieran ensayado, dejándome a las puertas. La tensión sexual contenida estaba a punto de hacerme reventar.
    
    Lilith, entonces, invitó a Salomé a tumbarse en el suelo, boca arriba. Se arrodilló a su lado y volvió a besarla. Su mano acarició las tetas de la chica, deslizándose sobre el plano abdomen hasta alcanzar el coño. Sin dejar de besarla la sacerdotisa comenzó a masturbarla, a lo cual Salomé respondió metiendo su mano entre las piernas de Lilith para ...
    ... corresponderla. Yo miraba con la sensación de estar siendo partícipe de una de tantas escenas porno con las que tan a menudo me la había machacado. Observé alrededor y concluí que aquello superaba con mucho cualquiera de las películas que hubiera visto.
    
    – IV –
    
    Entre aquel maremágnum de cuerpos en ebullición distinguí a uno de los más prósperos empresarios de la ciudad comiéndole el coño a una concejal del ayuntamiento, mientras ella clavaba un enorme vibrador en el culo de él. También reconocí a uno de nuestros más mediáticos obispos –infatigable moralista– retozando con un jovencito, el cual le lamía la polla como adorándola cual icono sagrado, al tiempo que otro tipo más talludito sodomizaba al religioso a placer. Creí distinguir, asimismo, al decano de mi facultad ejerciendo como “vagón” intermedio de un trenecito humano; tenía su polla clavada en una señorita que hacía de locomotora, mientras otro maromo se la metía a él por el culo, cerrando el convoy.
    
    Más allá, una de las más honorables damas de nuestra jet-set local, cincuentona para más señas, disfrutaba de una doble penetración virtuosamente realizada por dos sementales con aspecto de, como diría ella, working-class; berraba como una auténtica guarra, muy distinta a la elegante y piadosa señora que una vez al año recolectaba óbolos para los huerfanitos. Y sobre un antiguo tresillo tapizado en terciopelo rojo el líder local del partido conservador, ardoroso defensor de la familia “tradicional” –léase antigay–, ...
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