1. UNA LINDA HISTORIA 7


    Fecha: 24/05/2020, Categorías: Incesto Autor: memito, Fuente: SexoSinTabues

    ... extremo a otro, alternando posibles facetas de personalidad, y ella parece aceptarlas todas, sin rechistar. Hago de chico seguro y la noto babear; me convierto en el tímido y alienado, y desea protegerme. Seguro que si me portara como un hijo de puta… Su mano se posa sobre la mía. Me mira largo tiempo a los ojos. Aparto la mirada, aparentando turbación. Ella sonríe, sin saber que mi polla está despertando, ansiosa. Me levanto de la mesa, recogiendo platos. ― Quita, quita. Deja eso, tontín – me empuja con la cadera, quitándome las cosas de las manos. Me doy una vuelta por el comedor y miro las fotos de los portarretratos. Una jovencita muy mona aparece en la mayoría. ― ¿Tu hija? – pregunto. ― Si. Patricia. La foto que parece más reciente, muestra una niña de pelo pajizo, con una gran trenza, y ojos color de mar. Tiene una sonrisa muy franca y alegre, en la que brilla el metal del corrector. Parece una chiquilla alta para su edad. ― Es muy guapa. Pronto tendrás yerno en casa – bromeo. ― Bufff. No me hables de eso. No quiero ni pensarlo – contesta, mientras guarda la nata en el frigorífico. ― Pues deberías, porque el chico se hará un lío. ― ¿Por? – no sabe a qué me refiero. ― Porque no sabrá a quien declararse, si a su novia o a su suegra. ― Tontooo – se ruboriza y agita una mano. ― Que si, mujer. Eres una de esas madres con las que todos los chicos soñamos. ¡Poder tener una aventura con la madre de tu chica! ― ¡Que guarros sois los chicos! ¡Que cosas pensáis! ― Dices que ...
    ... Patricia tiene catorce años, ¿verdad? – bajo el tono mientras me acerco a ella. ― Si. ― Calculo que en tres años más, tendrá serios pretendientes si desarrolla tu belleza. Tú tendrías entonces… ― Treinta y seis… ― Al igual que yo, sabes que los adolescentes nos sentimos atraídos por las mujeres cuarentonas, y tú ni siquiera habrás llegado a esa edad – estoy tan cerca de ella, que capto su aliento. Ella tiene clavados sus ojos en mí, la cabeza hacia atrás. La arteria de su cuello palpita con fuerza. Eso es. La has atrapado, como la araña a la mosca. ― Dime, Dena, ¿te tirarías el novio de tu hijo si te gustara? Jadea, apoyando las manos sobre mi amplio pecho. ― Si fuera como yo – repito suavemente. ― Ssi – contesta muy bajito. ― ¿Y si llegaran a casarse? ¿Te convertirías en su amante? ― Si. ― Entonces, tendré que tirarle los tejos a tu hija, Dena – digo mientras me inclino sobre ella y rozo sus labios con los míos. ― Cerdo… -- susurra, antes de besarme. Le doy un buen morreo, metiéndole la lengua hasta la faringe, pero mis manos no se mueven de sus mejillas. Las suyas, en cambio, arañan mi pecho sobre la camiseta, recorren mi vientre, pero se detienen antes de llegar al pantalón. Cuando me aparto de ella, sigue con los ojos cerrados y jadea. ― No debemos precipitarnos – digo, como si hubiera recobrado la razón. – Es mejor que vuelva al piso de mi hermana. ― Si… si – se apoya en el fregadero, pasando una mano por su cabello. Abro la puerta. Ella me llama. Me detengo y la miro. ― Ven a ...
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