La bella y solitaria esposa
Fecha: 28/05/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Duncan58, Fuente: SexoSinTabues
La oferta resultó muy tentadora. Un ejecutivo de altos vuelos como Eduardo se cotizaba caro, siendo muy atractiva su experiencia para las grandes empresas transnacionales. A sus casi 32 años, Eduardo se había sabido mover muy bien dentro de grandes empresas y colocarse en los más altos puestos. Corría el verano de 1988. Ana, su hermosa y joven esposa escuchó aquella noche durante la cena la nueva propuesta, atractiva desde cualquier ángulo, excepto uno: Eduardo tendría que permanecer poco más de un mes en Canadá, sede de la nueva empresa que requería de sus servicios. Con los altos ingresos de Eduardo, Ana tenía su casa en constante mejora, para lo cual, habían contratado meses atrás a Ramón, un confiable albañil que había realizado trabajos en casa de los padres de Ana. En realidad, lo conocían desde hacía más de 4 años. El albañil era de trato amable, muy trabajador y casi nunca faltaba. La confianza existente era tal, que Ana y Eduardo bautizaron a la última hija de 7 que tenían Ramón y Lupita, aún antes que trabajara para ellos. Una semana más tarde, Eduardo decidió aceptar la oferta y de inmediato se pusieron a planear el largo viaje. Los dos pequeños hijos de la pareja, de 4 y 2 años, complicaban un poco que Ana se fuera con él al principio, y planearon que ella lo alcanzara en un par de semanas ya habiendo evaluado mejor la situación. Un par de días antes de partir, Eduardo habló con Ramón, pidiéndole un favor extra: cuidar de la casa y su preciado contenido humano y ...
... material durante su ausencia. Ramón aceptó gustosamente. Hizo un plan de cambio de horario y se lo presentó a la pareja, quienes estuvieron de acuerdo. Llegó el momento de partir. Ana llevó a Eduardo al aeropuerto y se despidieron con tristeza, pero con la seguridad de que les aguardaba un futuro aún más desahogado. Cuando regresó a casa, Ana se puso a terminar sus labores cotidianas. Sacó una pequeña carga de ropa íntima de ella y la colocó en la secadora. La encendió y no arrancó. Intentó desconectando y conectando, pero sin resultados. Llamó a Ramón y le pidió que inspeccionara el aparato, sin éxito. - Tengo mi ropa mojada dentro -, le dijo ella. –Creo que tendré que secarla a la antigüita-, agregó sonriente. Ramón abrió la puerta frontal de la secadora, y vio que se trataba casi de pura ropa íntima de su bella patrona. Encontró el desperfecto, pero siendo un día muy caluroso y soleado, Ana sacó sus prendas para colgarlas en un tendedero del jardín. - Así somos más eficientes en el uso de gas -, dijo ella mientras Ramón se hacía a un lado, observando que de su pantalón corto se podía ver un poco la división de sus nalgas al estar agachada sacando sus prendas. Indudablemente con los pequeños calzones que usaba, no alcanzaba a cubrir esas hermosas nalgas que le era imposible al albañil quedarse mirándolas con frecuencia. -Pásamelas-, dijo Ramón, refiriéndose a sus nalgas. Ella no captó el albur. Ana se sonrojó cuando empezó a darle a Ramón sus prendas, brassieres y calzones ...