La bella y solitaria esposa
Fecha: 28/05/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Duncan58, Fuente: SexoSinTabues
... acondicionado. -Traigo un dolorcito en el hombro derecho -, dijo Ramón. -Usa el mío-, dijo Ana. –Pasa-. Cuando pasó detrás de ella, le dijo: -muchísimas gracias comadrita-. Ramón entró al baño y cerró la puerta. Tras de sí, dejó un masculino olor a sudor de trabajo y no de desaseo, como es común en los albañiles, el cual la excitó. Mientras tanto, Ramón acariciaba su enorme y erecto pene con la esponja que acababa de acariciar el cuerpo de su deseada patrona. Pensó en masturbarse con ella y empezó su clásica rutina, esta vez con la esponja en lugar del calzón, pero se detuvo: quizá sería su día de suerte. Se puso mejor a repasar en su mente el plan de ataque. Además, le urgía que se le bajara su vergonzante erección. Ana estaba cercana al orgasmo cuando escuchó que Ramón cerró la ducha. Rápidamente, se puso de pie y se volvió a envolver en la toalla, secando sus húmedos dedos en ella. -Tengo un intenso dolor en el hombro-, dijo Ramón cuando salió del baño. –Me duele mucho, ¿tendrás algo que me sirva? -, preguntó mientras se sobaba con su mano derecha. - ¡Ay, pobre de ti compadre! -, le contestó Ana. -Recuéstate para sobarte a ver si se te quita-, dijo ella, -espero que no te hayas dislocado o algo por el estilo-, le dijo calmadamente ella mientras Ramón se acostaba boca abajo, sobre la almohada del lado de Eduardo, en la enorme cama King. Ana se sentó a su lado y empezó a masajear su hombro, mientras Ramón fingía alivio. Su cabeza estaba doblada hacia la derecha mientras ...
... las manos de Ana hacían que su erección fuera insostenible. Se incorporó un poco para tratar inútilmente de acomodarse mejor. Volteó su cabeza hacia su izquierda, y al detectar el clásico olor de celo femenino en los dedos de Ana, abrió un ojo en señal de fingido alivio, levantó ligeramente su cabeza para oler mejor, y en efecto: -Ana se acababa de meter los dedos en la panocha-, pensó. Fue en ese momento en que Ana recordó que esos mismos dedos que estaban en el hombro de Ramón los acababa de sacar de su babeante vulva y seguramente lo notó. Ana retiró sus manos. -Voltéate para masajearte del otro lado-, le dijo al albañil. - Creo que tengo una pomada en el botiquín -, agregó. Ramón le aseguró que ya estaba mejor y que no hacía falta. Estaba muy preocupado por su abultada condición y quería relajarse un poco para poderse voltear, pero no había tal alivio. - ¡Voltéate! -, le urgió Ana. El albañil no tuvo más opción que obedecer. Presa de una gran vergüenza, se giró, exponiendo a la bella “seño”, un enorme bulto que delineaba claramente el contorno de su enorme pene, apuntando hacia su ombligo, asomando su un poco más de su protuberante glande por la cintura, aún abotonada. Ana se retrajo un poco al no tener alternativa, sino ver con lujuria al dotado albañil. Sus ojos brillaron con deseo. Ramón hizo que su pene se levantara y se bajara contrayendo su ano, dándole a su hermosa patrona un erótico saludo. Ambos lo deseaban ardientemente. Lo sabían. Se sentía en el ambiente. Se ...