Bajo el embrujo de sus ojos
Fecha: 03/06/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Escriba, Fuente: CuentoRelatos
... miedos quedaron dominados por un terrible deseo de correr a tu cuarto, esconderte entre las sábanas y descargarte pensando en ella, en su cuerpo, en sus palabras, en su mirada, en su olor.
A partir de aquel día estuviste más relajado, ¿no es cierto? Pero seguías pensando en ella, disfrutando de su contacto, anhelando la próxima noche en que te invitase a ver una película, te acurrucases en su regazo y te quedases dormido sintiendo sus diestros dedos jugando entre tus cabellos. ¿Fantaseabas pensando en lo que aquellas manos podían despertar sobre tu piel desnuda? No hace falta que respondas, sé que sí.
Si no me equivoco, fuiste tú el que volviste a sacar el tema de la masturbación un tiempo después. Imagino que querías repetir aquella conversación que durante tantas noches azotó tu recuerdo y te ayudó a calentar las sábanas, por lo que te inventaste todo tipo de preguntas. No esperabas que ante tu repertorio de falsas dudas y fingida inocencia, tu tía Elvira te condujera al baño, te pidiera con absoluta tranquilidad que te desnudaras y te tumbaras en la bañera, para a continuación animarte a que le mostraras cómo solías tocarte. Tú, que la habías obedecido mansamente sin esperarte lo que te iba a pedir, no pudiste evitar que tu sexo se alzara trepidante, ni pudiste encontrar excusa alguna para no hacerlo, cautivo como estabas por el embrujo de sus ojos, que te observaban atentos. Te acariciabas con auténticas furia, como si estuvieras viviendo un sueño alocado que podría ...
... acabar en cualquier momento, y ella te miraba sentada en el retrete y sin inmutarse, como la doctora que examina al paciente buscando la causa de una dolencia. No hubo en ella nada sensual, ni siquiera la más mínima provocación, pero aquella indiferencia fue justamente lo que más te excitó. Tu tía Elvira no era la mujer deseosa que se entregaba suplicante a ti en tus fantasías, sino una criatura totalmente diferente, un ser tan increíble y misterioso que tu imaginación no era capaz de cosificar.
Cuando acabaste, ella agarró un paquete de pañuelos y se encargó de limpiarte la mano, el torso y finalmente tu sexo, que a esas alturas ya era una bestia domada. Tras limpiarte, intentó tranquilizarte explicándote que no veía nada malo en cómo te dabas placer, y que si acaso sería recomendable que no fueses tan brusco, pues acababas muy pronto y no disfrutabas tanto de la experiencia. También te sugirió que te familiarizaras con tu cuerpo: que te apretases los pezones, que te acariciases a ti mismo buscando las zonas que más te encendían, que probaras tu propio néctar para sentirte cómodo con ella. Queriendo complacerla, mojaste la yema de tus dedos en uno de los pañuelos, introduciendo en tu boca tu propia esencia. La sensación fue extraña y te sentiste un poco incómodo, pero ella no le dio mayor importancia y simplemente te preguntó si querías ver alguna película. La noche transcurrió con absoluta normalidad, como si aquel suceso fuese un pequeño secreto sin importancia, no más ...