Anita de tus deseos (capitulo 14)
Fecha: 11/06/2020,
Categorías:
Hetero
Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos
Empiezo casi todos los capítulos abriendo los ojos por la mañana. Tengo que ir pensando en variar los comienzos, pero la verdad es que por las mañanas abro los ojos. Hoy también es así.
No estaba a mi lado cuándo me desperté. Fui a moverme y comprobé que me dolía todo. La piel la tenía cómo acartonada y los hombros casi no los podía mover. Pero lo peor era la zona genital. Encendí la luz y vi que estaba tumefacta e inflamada. Con mucho esfuerzo me pude poner en pie y casi no podía andar. Papá entró en la habitación y me vio apoyada en la mesilla de noche intentando mantenerme erguida.
—¿Te encuentras mal?
—Me duele mucho, —dije quejándome mientras me llevaba la mano a la vagina.
Me ayudó a tumbarme otra vez y se acercó a la ventana subiendo la persiana. El sol entró a raudales, lo que significaba que era medio día por lo menos. Me separó las piernas y me estuvo inspeccionando la zona genital. Me tocaba con el dedo y se quedaba marcado de blanco en la piel.
— Si, está muy inflamado, —dijo al fin. Me ayudo a levantarme y me llevo al baño para que orinara. Limpiarme con el papel fue una dolorosa experiencia. Después bajamos a la cocina, me senté cómo pude en la silla y me dio un par comprimidos y un vaso de agua.
—Tomate esto que te hará bien. Ya es muy tarde para desayunar, esperamos un poco y comemos. ¿Vale? —afirmé con la cabeza—. ¿quieres un café u otra cosa?
—un poco de vino, —dije después de dudar un poco. Papá me miró con cara de desaprobación, pero ...
... finalmente me sirvió una copa.
—No me parece bien que bebas vino en ayunas: eso no lo hago ni yo. Pero bueno, lo tomaré cómo una excepción.
—Nunca tomo alcohol en ayunas papá, lo sabes muy bien, pero… no sé, me apetece.
—Vale, no te preocupes, no pasa nada, — y se sentó a mi lado con otra copa de vino.
Estuvimos charlando de cosas intrascendentes, y me fui animando al tiempo de las molestias remitían un poco, por la acción del vino y de los comprimidos. Al cabo del rato, se puso a hacer la comida: unas rodajas de salmón que sacó de la nevera.
—¿Vamos a bajar al sótano? —pregunté y afirmó con la cabeza. Extrañamente, a pesar de los dolores y de las marcas que habían quedado sobre mi cuerpo después de la intensa sesión de ayer, quería bajar otra vez, deseaba con todas mis fuerzas bajar y que me hiciera lo que quisiera. Pero además quería que él me lo ordenara, que me mandara, que me hiciera sufrir, que me utilizara para su placer: que me usara.
—Y tu ¿Quieres bajar? —afirmé también con la cabeza.
—Quiero hacer todo lo que tu quieras que haga.
—Buena chica, —dijo papá acariciándome la mejilla, y levantándose, añadió—: arrodíllate.
Hacerlo me costó un triunfo, pero cuándo lo conseguí, cómo recompensa, me encontré con la polla de papá en la cara. Empezó a restregarla, a amagar con que me la metía en la boca, pero no me dejaba. Intenté cogerla con la mano, pero no me dejó.
—Las manos a la espalda, —rápidamente le obedecí y siguió restregándome la polla ...