1. Barra pan


    Fecha: 24/06/2020, Categorías: Anal Autor: Maria4manos, Fuente: CuentoRelatos

    ... tipo de pensamientos eróticos a cada cual más extraño.
    
    Y justo en el momento en que más dispersa estaba, subiendo la acera, me asaltó el albañil. Se cruzó justo delante mía, saliendo de un rincón de las obras que donde estaban trabajando, justo enfrente de mi casa. Me quedé perpleja y sin saber qué decir. Ellos deberían estar comiendo ahora, no sé qué hacía él allí, y menos a medio metro de mí. Me paré, miré al suelo azorada, desvié el paso y él me pasó el brazo por un costado, rodeándome la cintura. Me sobresalté tanto, que ni siquiera grité. Lo miré con ojos desorbitados mientras él me agarraba la bolsa del helado con la otra mano y me llevaba hacia las obras con el que tenía en mi cintura.
    
    Podría haberme negado. Podría haber gritado auxilio. Podría haberle abofeteado o huir. Pero me dejé arrastrar por su ímpetu, y todo pasó tan rápido que no supe reaccionar. Ahora sé qué fue lo mejor que pudo haber sucedido.
    
    La obra consistía en colocar unas enormes planchas metálicas rodeando unas columnas de cemento. Aprovechaban para incluir en el hueco que creaban las planchas, las tuberías bajantes del edificio. Pero en algunas no había tubería. Y él sabía dónde.
    
    Me introdujo en una que estaba casi acabada, sólo faltaba la última placa para cerrar el habitáculo. Me llevó hasta el fondo y me abrió la blusa de repente para meter su nariz entre mis pechos y aspirar profundamente.
    
    Debía haberme enojado, debía haberme negado, debía haber opuesto resistencia. Pero atrapada ...
    ... en la oscuridad metálica, sometida al control de sus manos que presionaban mis brazos abiertos, y completamente desvalida, me sentí poderosa. No dije absolutamente nada, ni me moví.
    
    Dejé que él arrancara mi sostén con los dientes y empezara a lamer compulsivamente mis pezones, que no tardaron en reaccionar ante tal estímulo. Rodeando la aureola con la lengua, succionaba varias veces y luego lo soltaba para que rebotase contra el pecho. Cuando estuvieron bien erectos, apoyó los labios sobre el pecho e hizo vibrar mi pezón moviendo rítmicamente la lengua dentro. Notaba su boca ardiente sobre mí, presionando mi pecho y haciéndome enloquecer de placer.
    
    Soltó uno de sus brazos para deslizarlo sobre mi cuerpo hasta llegar a mis piernas. Me las separó a lo que daba el ancho del habitáculo donde me había encajonado. Maniobró con habilidad pasmosa en los botones de mi vaquero y cuando me quise dar cuenta ya estaba introduciendo la mano en él. Me atacó la imagen de Dani, ofuscado como la última vez que montó un pollo porque el reponedor del súper me había mirado el culo. Empecé a dudar, a ser consciente de lo que estaba sucediendo. Pero él no se detenía. Yo quise decirle “para, no”, quise detenerlo y agarrarle la mano de mi entrepierna, que había empezado a buscar insidiosamente mi clítoris con dos dedos y no paraba de frotarse en él. Pero él no se detuvo, sino que pasó al otro pecho y continuó con su particular búsqueda del tesoro. Me sentía desbordada, sobre atendida…
    
    Dani ...
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