1. A fuego lento 1


    Fecha: 27/06/2020, Categorías: Gays Autor: franc, Fuente: RelatosEróticos

    Eduardo era un muchacho de 15 años, de unos 1,75 u 80 de estatura, de pelo castaño y lacio peinado con la raya al medio, tez aceitunada y ojos verdes. Era compañero de clase de mi hermano (tres años mayor), por lo que dos por tres estaba en casa.
    
    Eduardo tenía un encanto especial que hacía que todos lo adoraran; simpático, divertido, ocurrente desfachatado y muy inteligente.
    
    Por las tareas del colegio, estaba cada vez más seguido en mi casa, ya que según él, en la suya no se podía estudiar con tranquilidad. Lo cierto es que sus padres peleaban todo el tiempo por lo que finalmente se divorciaron.
    
    A todo ese proceso (que imagino debe ser terrible), él decidió escaparle y se quedaba a dormir en mi casa hasta que prácticamente vivió como un año y medio con mi familia.
    
    Yo ignorante de esa situación, no congeniaba muy bien con él... más bien que nada, cosa que él percibió y se encargaba bien de molestarme cuando nadie lo veía. Muchas veces hasta me comportaba bastante grosero por lo que mis padres me llamaban la atención y él disfrutaba muchísimo mirándome con una sonrisita socarrona...
    
    Yo no sabía exactamente qué era lo que me molestaba de Eduardo, pero nuestra relación se fue consolidando de esa manera.
    
    Recuerdo que una vez mis padres habían ido a un casamiento, mi hermano se había dormido temprano (como siempre) y nos quedamos solos Eduardo y yo mirando tele.
    
    Aquello fue una carrera de quién molestaba más al otro.
    
    En realidad Eduardo se divertía conmigo, ...
    ... sólo yo me enojaba.
    
    En un momento me tomó de las muñecas y yo forcejeé hasta zafarme y corrí a mi habitación e intenté cerrar la puerta pero él me lo impidió. Entró y me tiró sobre la cama, él sobre mi inmovilizándome los brazos. Yo sólo medía 1,60 (hasta hoy).
    
    Eduardo me exigía que le pidiera disculpas y yo me negaba.
    
    Me dijo: ¿Te das cuenta que estás en mis manos y que puedo hacer contigo lo que quiera?
    
    Yo estaba furioso. Por un momento recordé cuando estábamos en la misma posición con mi primo Carlos, pero esto era diferente.
    
    En ese momento sentimos que llegaban mis padres y me dijo: Te salvó la campana, pero la vamos a seguir...
    
    A partir de ese momento nos tratamos mejor, no con cariño pero civilizadamente.
    
    Pasaron los meses y Eduardo se mudó a casa de un pariente que debía viajar y le pidió que le cuidara la casa.
    
    Así que invitó a un amigo para no estar solo. De modo que allí, hacían fiestas, se quedaban a dormir otros amigos, en fin, lo que haría cualquier muchacho de casi 18 años con una casa sólo para él.
    
    Ese verano, un viernes, Eduardo llamó a casa preguntando si había dejado allí una ropa. Como mi hermano se había ido unos días a la casa de uno amigo suyo al campo y mis padres no estaban, me preguntó si no me molestaba llevársela. Yo le dije que no, pero que lo haría más de tardecita por el calor.
    
    Tal como prometí, cuando cayó el sol, me bañé, me cambié (sólo una remera, un short y alpargatas) y me fui con el bolso con su ropa a casa de ...
«12»