1. El hambre con las ganas de comer


    Fecha: 04/07/2020, Categorías: Confesiones Autor: Dita Delapluma, Fuente: CuentoRelatos

    ... preguntárselo, pero la miró la cara, y no fue necesario. En lugar de eso, la besó de nuevo, metiéndole la lengua en la boca una vez más, saboreando sus gemidos, y se dejó caer plenamente sobre ella, abrazándola con fuerza… Qué feliz se sentía.
    
    Charito frotaba su cara contra el hombro de Bruno, absolutamente feliz, encantada de la vida. Todo su cuerpo cantaba de bienestar, aunque su cerebro persistía en recordarle cosas incómodas respecto a lo sucedido y las consecuencias que podría acarrearle, pero lo mandó callar. A su nariz llegaba el olor del sudor de Bruno, agrio y salvaje, pero tan agradable…. En ese momento, se sentía satisfecha, mimada, querida, deseada, llena de amor. Era el momento más feliz de su vida, de la pasada y probablemente de la venidera… por eso susurró, tan bajito que Bruno ni siquiera lo oyó:
    
    -Me gustaría morirme en éste momento…
    
    ************
    
    El lunes siguiente, en el cruce, Bruno dirigía el tráfico como era su costumbre. Bueno, como era su costumbre, no, pensó Andrés. Dirigía el tráfico, pero en contra de sus costumbres, estaba de un humor excelente, no le había gritado a nadie, no había soltado ningún taco y sonreía a todo el mundo.
    
    -Bruno… tú estás… raro. – le había dicho. Y Bruno se limitó a sonreír y decir que se había levantado de buen humor, Andrés estuvo a punto de contestar “seas quien seas, ¡sal del cuerpo de mi amigo!”, pero se contuvo, y se limitó a mirar a aquél Bruno tan amable y paciente con alguien que no fuesen los niños o ...
    ... la señorita Charito. Y al pensar en aquello, no pudo evitar preguntarse si… No, qué tontería, Bruno llevaba su Anillo de Pureza, presumía de él y de la promesa que simbolizaba, era imposible que su compañero hubiera estrenado esa otra pistola con la que sí había nacido. Le sacó de sus pensamientos un silbatazo infernal, y vio un precioso coche rojo detenerse bruscamente frente al Rubio.
    
    -¡Ah, Dios mío! ¡No me pegue, señor agente, no me pegue! – el chico del coche era el mismo que el de la vez anterior, sólo que esta vez, sin chica.
    
    -Calma, hijo… - sonrió Bruno, ante el estupor del muchacho - ¿Pero qué has pensado, que te iba a pegar….?
    
    -Ah… ¿no va a… no va a sacarme del coche a tirones, y a golpearme contra el coche, y a meterme a empujones en el coche patrulla, y a hacerme recorrer todo el camino a la celda a patadas en el culo, señor…?
    
    -¡Claro que no! – Sonrió Bruno, paternal – Andrés, ¡se creía que le iba a pegar! Hijo, a mí, a la policía, no hay que tenernos ese miedo… ¡pero si yo no soy un monstruo! Sólo quería decirte que te has saltado un stop… pero no hay nadie en la calle, no ha pasado nada grave… puedes seguir circulando, sólo sé prudente.
    
    -Eeh… ¡de acuerdo, señor! – asintió el joven y arrancó. Bruno sonrió más, y anotó la matrícula.
    
    -Saltarse un stop… no señalizar en cambio de carril… exceso de velocidad… y falsas acusaciones a un agente de la ley. Total, novecientos de multa. Andrés, localiza esa matrícula y mándale la receta a casa. – inspiró - ...