1. Con la vieja de mi camarada


    Fecha: 07/10/2017, Categorías: Anal Tabú Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster

    ... metérsela a ella.Puta madre, resbaló, pero si bien bonito. Suave, pero bien apretadito. Y calientito como ni se lo imaginan.La penetré muy despacio, pues quería saborear el momento; por fin estaba dentro de Patricia Alameda y me sentía el más afortunado. Así cogimos parados.—Gracias Paty —le dije en el mete y saque, sinceramente.Ella nomás gemía.Estoy seguro que la Paty terminó, mucho antes que yo siquiera sintiera cerca la venida. Tras llenarle la vagina con mis mecos le pedí el chiquito y, sin mucho p**o, ella lo aflojó.Allí mismo, en el cuarto que antes compartía con Emilio, le metí mi verga atravesándole el anillo; el triste, como le decía mi abuela. Supongo que así le llamaba porque está todo fruncido y prieto. Yo, sin embargo, se lo dejé bien holgado y rosado a la sabrosa de Paty. Pinche vieja tan más pinche gemidora, me cae de madre. Qué rico gime la cabrona. Y cómo le temblaron las piernitas, cual becerro recién parido.—¡Ay mamá, mis piernas! —gritaba.La muy cabrona parecía teodolito, apoyado en tres patas; las dos suyas y mi verga como la tercera del tripié.Como no sólo de semen vive la hembra, le seguí dando su gasto a la Paty hasta que salió el amigo Emilio de presidio. No me arrepiento, ni me duele, porque me la ensarté todo ese tiempo. En aquellos ...
    ... días que le seguimos dando gusto al cuerpo, la pasamos muy bien los dos. Pese a ello la Paty seguía bien resentida con su marido así que, en alguna de esas, se grababa así misma siendo penetrada con su celular.Nunca me grabó la cara, de eso me previne, no por una calentura iba a romper una amistad de tantos años. Sólo se veía mi verga bien metida en su panocha o su culo. Supuse que algún día se lo enseñaría a su marido para desquitarse, pero hasta ahora parece que aún se lo reserva.—Sí, mi mujer es una santa. Oye y gracias por ayudarle, ya me dijo que la apoyaste con los gastos. No sé cómo, pero te juro que te voy a reponer ese varo —me dijo, mientras nos echábamos unas chelas.—Ah, ni lo digas, para eso estamos los amigos, ¿qué no?—No pues gracias carnal.—Así que no te ha dicho nada —insistí de morboso, pa’ ver qué me contestaba.—No, si vieras. Pico cerrado, no me ha reclamado nada desde que regresé. Haz de cuenta que nada pasó.—Sí, mira que perdonarte esa burrada, digo, discúlpame, pero...—No, si sí tienes razón. Fue una pendejada.—No pues, a la salud de tu mujer —le dije y choqué la lata de Tecate con la suya.—A su salud, pinche mujer más buena que tengo.«Vaya que está bien buena», me dije para mis adentros, pensando en las buenas ensartadas que le había dado.FIN 
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