Por infiel, inicie a mi esposa en la prostit(11)
Fecha: 18/08/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mientras yo y el peligroso capo sorbíamos nuestras copas de licor, contemplábamos la incomparable figura de Andrea, que subida en esos elegantes tacos, parecía altísima, y hondamente excitante.
Y como no serlo, con su exuberante cuerpo blanco, contrastando con esas diminutas prendas negras: La prenda inferior, un sensual cachetero negro de encaje transparente, permitía que las ampulosas curvas de Andrea se expandan de sus filos de forma voluptuosa, impresionantemente carnales. Daba ganas de acercarse, y acariciar esos grandes y sensuales muslos con la verga, y apretar esos cachetes traseros de sus nalgas, que impúdicamente sobresalían del indecente interior negro. Arriba de esta prenda, el apretado corsé negro; que solo llegaba hasta la base de sus hermosos senos, hacían que estos derramen y exploten con blancura y sensualidad, mientras sus sexys aureolas rosadas, invitaban a ser besados de manera golosa. La imagen sexual de mujer que mi esposa mostraba, era irresistible y carnal.
Y mientras ella caminaba, insinuándose por la habitación, la música de salsa que escapaba del interior del prostíbulo, se filtraba en nuestro ambiente, haciéndolo sentir vulgar y sensual, porque en corto tiempo, esa mujer, iba a ser poseída por ese gigantón peligroso. Y esa mujer era mi propia esposa, con quien hacía menos de 2 meses, compartía conmigo y con nuestra hija, un hogar respetable y próspero. Ella, una mujer distinguida y hermosa, proveniente de la alta sociedad Guayaquileña. Yo, un ...
... hombre de gran experiencia, trabajador, hogareño, y poseedor de una cuantiosa fortuna. ¿Qué hacíamos allí? ¿Qué nos había ocurrido?
Primero, la sombra dolorosa y persistente de la traición de ella, rompiendo el orden y la paz del hogar. Luego, mi explosiva reacción, queriendo compensar mi dolor, llevando por despecho a mi esposa a un burdel de la 18, incitándola e introduciéndola al sensual mundo de la prostitución, haciendo que una arrolladora pasión sexual; oculta en ella, se manifieste y se muestre de manera que ahora era imposible detener. Después de ello, con la ansiosa complacencia y aprobación de ella, la había compartido, haciendo que otro hombre la desee, la seduzca, y la posea como hombre en mi propia casa. Y ahora, roto el dique que la contenía como mujer casta y honrada, ella estaba dando rienda suelta a ardientes fantasías, que nos había traído al peligroso ambiente de este prostíbulo, cuyo dueño era el gigante negro en cuya habitación estábamos, y que jadeando de deseo por mi esposa, con la mirada fija en sus deliciosas curvas, se disponía a hacerla suya.
El negro se sacó sus pantalones y zapatos blancos, y haciendo una seña, invitó a Andrea a sentarse en sus fuertes y velludas piernas. Andrea, sabiéndose deseada, se acercó con movimientos voluptuosos, y se sentó en regazo del fornido varón. El la contempló sonriente y satisfecho, apretando sus pechos con deseo, besando de manera vulgar las provocadoras aureolas rosadas de Andrea. Ella, cerrando los ojos, ...