1. Arrepentidos los quiere Dios. (Capítulo 50)


    Fecha: 10/10/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Febarsal, Fuente: CuentoRelatos

    ... nada; era agobiante, y la boca no me daba más para repartir sonrisas a diestro y siniestro.
    
    Estaba tomando una copa charlando animadamente con José Antonio y el Delegado del Gobierno, cuando sentí una voz a mi espalda; una voz que conocía muy bien.
    
    --Me permite un momento su atención, doña Manolita.
    
    Quedé estupefacta, allí estaba Sergio, con su alzacuellos y su traje clerical.
    
    Habían transcurrido cinco años, y aunque la putada que me quiso hacer hubiera sido muy gorda, no la había olvidado, (y nunca jamás la podré olvidar) ¡Cómo me rompió el alma por mi parte trasera!
    
    Me vino a la mente aquella tarde en mi casa, cuando ensartada por el culo con su enorme falo, me decía:
    
    ¡meretrix meretricis más que meretrix meretricis!
    
    ¡Sólo con recordarlo, me entraron unos picores..! pero no podía rascarme. ¡Joder! que situación más ridícula.
    
    ¡Pero que guapo estaba! Sin duda estos cinco años transcurridos le habían dado un aspecto de galán otoñal que sometería a cualquier mujer a su voluntad.
    
    José Antonio se percató de mi sorpresa, me miró pero no dijo nada. Repuesta de esos segundos de estupor, me limite a decir.
    
    --Dígame señor, en que puedo servirle.
    
    --Permita que me presente: soy el obispo coadjutor de la Diócesis de Cataluña. El Obispo titular de la misma, me ha pedido que le acompañe, ya que nos une una gran amistad, y como conocedor de esta localidad, para que le asesore. No sé si se acordará usted de mí, ejercí durante un tiempo de párroco en esta ...
    ... iglesia.
    
    ¡Qué pedazo de morro! No obstante agradecí la pantomima; no era cuestión ni momento para dilucidar viejas rencillas.
    
    --Creo señor Coadjutor recordarle muy levemente, además yo pasaba largas temporadas en Madrid.
    
    --Me gustaría tratar con usted unos asuntos de tipo... digamos eclesiásticos, sin mayor importancia; como por ejemplo el de no haber dotado a este maravilloso complejo turístico de una capilla.
    
    Miré a José Antonio que no perdía ripio de la conversación. Terció diciendo.
    
    --Tenemos preparado un local de unos sesenta metros cuadrados anexo al edificio principal, para instalar la capilla. ¡Cómo vamos a negar a nuestros clientes católicos ese derecho! Pero los trámites pertinentes todavía no nos han llegado del Obispado.
    
    Vaya trola que se había marcado José Antonio; el local que se refiere es para instalar un gimnasio, pero de momento había salvado la situación.
    
    --Si me permite, haré las gestiones pertinentes en el Obispado, no es recomendable que un gran complejo hotelero como este, no disponga de un oratorio.
    
    --Se lo agradeceremos, padre. Y su recomendación será muy tenida en cuenta.
    
    Ya me habían dado el día. La vuelta de Sergio a mis meollos me producía una terrible confusión. Por una parte no quería volver a vivir aquella situación que por su culpa me hubiera quedado sin una peseta. Y por otra, el recordar aquellos momentos de placer, me sobrevinieron unas ganas irresistibles.
    
    José Antonio estaba con su mujer, y ligarme a uno de los ...