Desafío de galaxias (capitulo 52)
Fecha: 03/09/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos
Desde el ataque a Mandoria, se produjeron otros cinco ataques corsarios más. Marisol seguía trabajando en los planes de futuro mientras Loewen se ocupaba del trabajo cotidiano. La única orden cursada por Marisol, había sido la de reducir el tráfico comercial a lo estrictamente urgente. En ese caso, las naves comerciales debían ser escoltadas por naves federales. Seguía instalada en el hospital, trabajando, con Sarita de enlace con el Fénix, y cuándo necesitaba despejarse se ocupaba de Anahis.
—Es chulo este color, —comento Anahis mientras Marisol, sentada en el suelo, la pintaba las uñas de los pies. Hacia un par de días que la levantaban de la cama, y a pesar de las escayolas, la sentaban en un sillón.
—¡Joder, mi amor!, es horrible.
—¿Y por qué me las pintas de ese color? —preguntó divertida.
—¡Coño!, porque tú me has dicho que te las pinte de amarillo.
—Es que me gusta ese color.
—Pues el amarillo y el azul, se dan de hostias.
—Resalta…
—Eso si es cierto, resalta que te cagas.
—Desde luego como eres.
—Si a ti te gusta, a mí me parece bien. Por cierto, mañana, a primera hora, tengo que ir al Fénix, y seguramente, hasta la noche no regresaré. Tengo que reunirme con mucha gente y he convocado una reunión del Estado Mayor para presentar el nuevo plan de actuación.
—¿Cómo que hasta la noche? No puedes dejarme sola.
—Sabes que si pudiera no me separaría de ti.
—¿Y si me pica la nariz? ¿quién me la va a rascar? Te recuerdo que tengo los ...
... dos brazos escayolados.
—Le diré a la enfermera que te rasque la nariz de vez en cuanto.
—¿Y si me pica en otro sitio?
—En ese caso, y si es el sitio que pienso, es muy posible que la enfermera de quede sin mano, —dijo Marisol riendo y metiendo la mano por debajo del camisón, añadió—: porque supongo que este es el sitio al que te refieres.
—No seas mala, —dijo Anahis arqueando la espalda.
—¡Ah! Ahora soy yo la mala, —introdujo el dedo en el interior de su vagina provocándola un gemidito.
—No mi amor, no.
—¿Cómo que no? —y con el pulgar la acaricio el clítoris externo. Insistió hasta que la tuvo a punto de alcanzar el orgasmo—. Perdona mi amor, —dijo levantándose— pero tengo que ir al baño.
—¿Pero? ¡ahora no te vayas!
—Me estoy meando.
—¡Te odio!
—Si me odias no vuelvo, y me voy a trabajar.
—¡Que no te odio, que era broma!
— Además, raspas, —dijo Marisol saliendo del baño—. Cuándo te den el alta hay que solucionarlo.
—¿Me quieres meter el puto dedo de una puta vez? —vociferó Anahis.
—¡Que te van a oír! —exclamó Marisol riendo mientras cerraba por dentro la puerta de la habitación—. Hay que ver, la hija del canciller, la «princesita», pidiendo que la metan el dedo. Menuda exclusiva para la prensa del corazón…
—¡Vale! Haz lo que te de la gana.
—Eso está mejor, porque el dedo no me satisface, se me ocurre algo mejor, —levantó el camisón escurriendo las manos hacia arriba por los muslos y sumergió su boca entre ellos—. Te sabe el ...