Acampada sexual
Fecha: 05/09/2020,
Categorías:
Lesbianas
Autor: noeliamarrana, Fuente: CuentoRelatos
... de sus padres. Era evidente que ellos también, por la pinta, estaban queriendo “hacer algo”. Yo me reí pero mi chico quedó con la cara espantada. Le peiné con mis dedos:
—Christian, ¿te asquea que tus papás lo hagan o qué?
—Claro. Son mis padres, nena. ¡Qué incómodo! ¿Te parece si nos dormimos y continuamos mañana? —preguntó arropándose con una manta y cerrando los ojos. Ya no me hizo caso pese a que lo zarandeaba. Incluso metí mano para acariciarle el vientre pero no hubo caso, parecía que saber que sus padres tenían sexo le cortaba todo el rollo.
Así que salí de su tienda, bastante cabreada, y miré de reojo la carpa donde sus padres estaban haciéndolo. Gracias al brillo de una farola tras los árboles podía ver la silueta oscura de ambos allí adentro. Iba a irme a mi carpa, pero escuché a don Miguel rogándole a su señora:
—Mira, querida, mira cómo estoy, no me dejes así.
Descubrí, al acercarme silenciosamente, que no estaban teniendo sexo. Por la sombra que proyectaba, entendía que él estaba sobre su esposa, animándole a que tuvieran relaciones, pero la señora no quería saber nada.
—¿Pero qué te pasa, Miguel? Déjame dormir, me duele la cabeza.
—¿Pero estás viendo este pedazo de erección que tengo, Marisa?
Cuando dijo aquello, el señor se puso de rodillas, de perfil, y pude ver boquiabierta la polla de mi suegro (mejor dicho, la sombra). ¡Era enorme! ¡Pues claro, era una maldita sombra, normal que pareciera titánica, engañando mi percepción! Pero, ¿y ...
... si no? Madre mía, ¿por qué el hijo no heredó esa lanza? Empezó a estrujársela, parecía que buscaba la mano de su esposa para que ella comprobara su estado pero la mujer no quería saber nada de nada.
Me calenté tanto viendo aquella espada que no dudé en meter mano bajo mi short de algodón y tocarme. No lo podía creer, ese señor rogaba por sexo y su señora no lo quería contentar. Y yo le había implorado a mi novio que aplacara el calor que me tenía en ascuas.
Disfruté de las dos vertientes del voyerismo aquella vez. De tarde, exhibiéndome a unos señores que triplicaban mi edad. De noche, espiando a mi suegro masturbándose. Pensé, mientras mis finos dedos entraban y salían de mi húmeda gruta, que seguramente don Miguel estaba empalmado gracias a mí y mis accidentes durante el juego de vóley. Seguramente se tocaba imaginando mi cola, mi sexo, mis pezones anillados, recordando mis gemidos…
Me mordí un puño para no gemir porque el orgasmo que tuve fue inolvidable. Caí allí, en el suelo, retorciéndome y tensando mis dedos dentro de mí. Mientras recuperaba mi vista, que se había nublado durante el clímax, volví a mirar la tienda; el pobre hombre, por lo pinta, también se estaba corriendo en un pañuelo o camiseta que se acercó él mismo.
“Don Miguel…”, susurré con mis finos dedos haciendo ganchos en mi húmeda cueva, viendo chispas doradas en el cielo negro.
Al día siguiente, cuando mi suegro salió de su tienda para desperezarse, prácticamente me abalancé sobre él para ...