1. Últimos sueños


    Fecha: 05/09/2020, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Mis últimos sueños con Milena Velba se habían hecho tan realistas que una mañana desperté con la punta de mi polla cubierta de una pegajosa viscosidad, llegando a desconcertarme tanto que retiré las sábanas de mi cuerpo con prontitud por ver si algo ajeno a mi cama se había derramado sin darme cuenta. Pero no; no había nada extraño: se me vino a la cabeza la imagen de Milena desnuda, y entendí lo ocurrido al instante. Oh, Milena Velba. Todo empezó, como empiezan muchas cosas de las que no nos damos ni cuenta de que empiezan, una tarde aburrida de verano; daban partidos de fútbol por la tele, del Mundial creo, pero a mí no me interesaban... Bueno, algo parecido a lo que me sucede ahora: con la excusa de que mi novia va a aparecer por mi casa en cuestión de minutos, y querrá sexo, voy a comenzar a acariciar mi polla, a hacer como que me masturbo, sin eyacular, mirando en mi móvil fotos de mujeres desnudas: debo estar dispuesto. Vuelvo a aquella tarde: recuerdo que comencé a hacer búsquedas sencillas; en fin, que si "maduras desnudas", que si "mamadas de maduras"; un largo etcétera de combinaciones que no voy a detenerme a explicar, hasta que tiré del hilo de "chupar tetas": ahí fue. Después de repasar decenas de bustos intrascendentes, observé una imagen de una mujer de grandes pechos que le daba de mamar a otra, también provista de abundantes atributos femeninos. Esto me llamó la atención tanto que fui a la sección de videos; y fue ya el desparrame. Sí, el desparrame de ...
    ... tetas sin sujeción, que, extendidas sobre los cuerpos, parecían hogazas de pan recién horneadas, listas para degustar. Y el sonido: ese chupeteo continuo y húmedo, esos gemidos de satisfacción, esas palabras murmuradas... Ha sonado el timbre: llega mi novia.
    
    Entras en casa y dices: "¡Sorpresa!"; y te vas quitando el vestido floral corto que te regalé: primero deslizas los tirantes sobre tus suaves hombros, soltándolos, un brazo, el otro, hasta que el trapo cae sobre tus sandalias. Sentado en el sofá, contemplo tu espléndida figura. Das un paso sobre la tela caída y te acercas a mí. El saloncito en penumbra oscurece tu piel, te hace más misteriosa y a la vez más deseable. Alzas tus brazos, muestras tus axilas sombreadas, y llevas tus manos hacia la espalda, y te desabrochas el sostén: tus senos caen grávidos, trémulos; luego, doblas una rodilla, la otra, y te sacas las bragas por los pies; tus sandalias, también. "Te quiero", me dices, y te sientas sobre mis rodillas. "Necesito perder peso, ¿verdad?", me preguntas; yo muevo mi cabeza de un lado a otro, no; y poso mi boca sobre tus tetas, y chupo un pezón. "Oh, sí, sí, no dejes que mis pezones se enfríen", gimes excitada, "me siento como una madre, tu cara, amor, tu cara, oh, tus gestos me dicen que te gusta mucho chupar mis tetas, chúpamelas, vamos". Sigo mamando de tus pezones, sigo mordiendo la blanda pendiente carnosa que distingo ante mis ojos, mordisqueando los lunares, oscuros, rugosos, que salen al paso de mi lengua; y ...
«12»