La primera polla que me comí. (REAL)
Fecha: 24/09/2020,
Categorías:
Hetero
Autor: Crystal69, Fuente: SexoSinTabues
Lo que les voy a relatar ocurrió cuando yo tenía poco menos de quince años. Era en esas épocas calurosas en mi localidad donde salir a las dos o tres de la tarde era casi implorar por una insolación o un cáncer de piel. Como consecuencia, en mi casa (y mayormente en mi calle) la gente suele usar ropa corta. Mis vecinas, por ejemplo, dos niñas en flor todavía, se paseaban por la calle vistiendo delicados shortcitos de tela; otros se mojaban con la manguera y jugaban en la calle. Gracias al Cielo vivo lejos de la ciudad, a una media hora más o menos y las calles suelen estar vacías la mayor parte del tiempo. Y claro, lo de la ropa corta también me incluye a mí y a mi hermana. Claro que ella, en ese tiempo, era ligeramente inocente y no se daba cuenta de lo que podría provocar moviendo el trasero, andando por allí con sus shorts cortos deportivos. Ella y mi madre solían ir a correr al parque cercano, y una vez las acompañé también y la manera en la que algunos muchachos nos miraban brillaban por su discreción. No me extrañaba, por cierto, porque tanto mi hermanita Ximena como yo éramos en esa edad casi una copia genética de nuestra madre. El mismo cabello, la misma sonrisa, ojos idénticos, en fin. (Aunque actualmente Ximena está en esa edad donde empieza a preocuparse por si sus pechos seguirán aumentando de tamaño o se quedarán así) Y en cuanto a mí… volviendo a ese tiempo de mis estudios de secundaria, me sentía ligeramente en disgusto conmigo misma, pues los muchachos iban y ...
... venían… y no es que fueran malos. Al contrario. Como la mayoría de los muchachos de esa edad, la perspectiva de salir con una niña era un 10 en la escala de la felicidad… y yo… bueno, qué decir… era una pequeña bitch, he de admitirlo. Era enamoradiza, ilusionada de que un chico se interesara en mí, y en consecuencia, cuando me di cuenta de las miradas que me echaban en la clase de educación física, cuando mis tetas en desarrollo brincaban felices dentro de mi sujetador, y mis shorts delataban mis piernas bronceadas y mi trasero pequeño y respingón, no pude sentirme sino halagada. Incluso mi profesor era un brillante instructor de gimnasio, y adoraba cruzar los muslos para él, porque al igual que mis amigas loquillas, era divertido mantener a los hombres en vilo. Fue en esas épocas, casi antes de salir de vacaciones invernales, cuando probé por primera vez el sabor de una polla. Recuerdo bien todavía a David. Era un chico de otro grupo, con el cabello negro y desarreglado. Vestía normalmente con un suéter negro y llevaba muchas pulseras en las manos. Me encantaba esa fijación de chico malo, como si pudiera romper las reglas, como si fuera capaz de hacer cualquier cosa por permanecer cómodo. Llevaba la vida de una forma relajada, el clásico estudiante que no era brillante ni vago. Simplemente gozaba con sus amigos, jugaba básquetbol ya que era el más alto de su salón y era muy bueno en redacción. Lo sé porque una vez me ganó en un concurso de cuentos que organizó la escuela, y ...