Por la unión de la familia. (Versión revisada y ampliada)
Fecha: 25/09/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
CAPÍTULO 1º
El inicio de esta historia podríamos situarla hacia 1972-73, últimas boqueadas del franquismo pero con el general todavía en plan “Baranda Mayor del Reino”. Por entonces, Julia y Emilio son novietes de, digamos, diecisiete años haciendo ambos el bachiller en colegios religiosos, de curas él, de monjas ella. Pero también se daba que ellos, a despecho de educarse en centros religiosos y ser ambos de familia de derechas de toda la vida, amén de católicos, apostólicos y romanos a machamartillo, “er” nene y la nena resultaron ser de lo más “progre” y avanzado de la época y, a más, a más, más que adictos a lo que por entonces se decía “relaciones pre-matrimoniales”; vamos, y hablando en “Román Paladino”, que el nene y la nena, cuando les salía, justamente, de “ahí”, se lo montaban en plan mayormente sexual que era una vida suya.
Pero por entonces había un tremendo inconveniente para practicar tales libertades, que los “profilácticos”, vulgo condones, sólo se vendían en las farmacias y con receta médica por delante, de modo que el plan “trabaja, pero seguro” se iba a hacer “pugnetas”, o gárgaras, que para el caso es lo mismo. En fin, que un día que al bueno del Emilio le falló lo de “tirarse del tren en marcha" pues sucedió que, en nada, la cigüeña les avisó que su “pedido” estaba en camino, y claro, pues sucedió lo que tenía que suceder, que, para empezar, y a la mayor celeridad, sus mayores “matrimoniaron” a los dos ”pipiolillos”, lo todavía habitual para ...
... “desfacer” tales entuertos, y para seguir, que cuando Julia andaba ya abocada a sus dieciocho primaveras, puso “in hac Lacrimarum Valle” un rorro la mar de bonito, y casi tres años después una “rorra” más bonita que una “Santa Luisa”, (1) con lo que los ya no tan pipiolillos completaron la famosa “parejita”, meta prolífica de casi todos los matrimonios de aquellos años 70 de mis pecados
De notar que como ambos dos eran más que “modelnos” y a modo refractarios a las tradiciones familiares, ninguno de los “rorros” ostentó el nombre del padre ni el de la madre, siendo el del chico Álvaro, y no porque Emilio fuera forofo del “Don Álvaro, o La Fuerza del Sino”, que en absoluto lo era, pues, a la sazón, sus desvelos literarios iban más bien por las obras completas de, por ejemplo, los Carl Marx y Friedrich Engels o un tal Vladimir Ilich Uliánov, apodado Lenin, sino porque, a pesar de ser muy español el nombrecito, muy poco ruso-bolchevique, sí que era rimbombante, sonoro y tal; y por su parte la “momó” le puso a la nena Carla, nombre, entonces, más bien exótico y de pocos visos españolistas
Y ahora, sin más, demos un salto en el tiempo, poniéndonos hacia fines de Enero-mediados de Febrero de 1995, con Julia y Emilio en sus cuarenta años, él escasos, aunque por poco, un par de meses a todo tirar, Álvaro veintidós y la niña Carla diecinueve, mucho antes recientes que bien cumplidos. Estamos en la mansión “muchimillonaria” que, por estos idus, Emilio y Julia tienen, pongamos, en “La ...