Mi vecina Rosa (1)
Fecha: 02/10/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Diego Alatriste, Fuente: CuentoRelatos
Hacía poco más de cuatro meses que Laura yo nos casamos. Nuestras relaciones sexuales han funcionado bastante bien ya que desde que comencé a trabajar como profesor de matemáticas en un pueblo cercano a Salamanca, ella se vino a vivir conmigo, de esto hace ya cinco años en los que, pobre de mí, creí conocerlo todo sobre las mujeres.
Los padres de Laura, Martín y Ana, tenían un restaurante en una zona de la Sierra de Cazorla, en un principio bastante deshabitada y que con el paso del tiempo se fue poblando de chalet que se diseminaban por una ladera hasta llegar al río. Cuando el padre de Laura se jubiló, cerró el negocio de restauración pero dejó intactas las instalaciones, "por si nos interesa alquilarlo" decía. Vivían en la parte de arriba del edificio, aunque toda su vida la hacían en lo que fue el restaurante.
El chalet que hay más próximo, al otro lado de la carretera, siempre había estado cerrado, decía mi suegro que era de una familia de Madrid, que los padres estaban ya mayores y a los hijos no les gustaba la sierra. Este año sin embargo, me sorprendió verlo abierto, con los toldos nuevos y macetas en las ventanas. Enseguida me enteré que lo había comprado un matrimonio de Alicante, la nueva inquilina, y su marido habían vuelto de Alemania después de haber estado trabajando 20 años en una ciudad cercana a Munich, y con los ahorros, decía ella, habían cumplido el sueño de su vida: vivir en el campo.
Mi afición a la fotografía me llevaba todas las tardes a ...
... dar largos paseos por la sierra, estaba deseando llegar para "perderme" con la cámara. A la vuelta de mi primer paseo encontré a Laura con sus padres sentados a una mesa grande que había en el comedor del restaurante, justo delante del televisor. Ana se levantó.
– Mira Diego, estos son Rosa y Ángel, los nuevos vecinos.
Ambos deberían rondar los cuarenta y algo de años, Ángel era un tipo normal, más bien bajito y algo escaso de pelo, Rosa guardaba la esencia de haber sido una joven atractiva, sus ojos no eran grandes, pero esta carencia la suplía con un brillo pícaro en la mirada y una boca sensual. Su estatura era normal y estaba perfectamente proporcionada. Decir que es una joven en plena maduración, creo que la define perfectamente.
Estuvimos hablando un rato de mi afición a la fotografía, de las reformas que estaban haciendo en su nuevo chalet, de mi trabajo… Ellos volvieron a sentarse de nuevo a la mesa y yo fui al piso de arriba para dejar la cámara, ducharme y cambiarme de ropa.
Cuando volví seguían con su tertulia Ángel y mi Martín, jugaban a las cartas y mi suegra deleitaba con relatos de la sierra, de cuando ella era una niña. Uno de los juegos que hacían entonces para pasar las veladas, consistía en hacer llegar un mensaje de una persona a otra sin que el que se quedaba lo interceptara, guiñar un ojo, tocar el pie debajo de la mesa, dar un golpe con la rodilla, eran algunas formas de transmitirlo.
Era divertido ver la cara que hay que poner para ...