Marcelino me da la mamada y me invita a su casa
Fecha: 26/10/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
Me gusta viajar en tren cuando no tengo excesiva urgencia. Si no tengo que hacer grandes negociados en oficinas oficiales del Estado, me visto, como dice mi padre «de cualquier manera», es decir con los más catastróficos jeans, desgastados, rotos y atrevidos, lo más ceñidos del mercado y que marque paquete ¡joder, que para eso lo tengo!, zapatillas con invisibles y camisetas, cuando hace algo de frío con sudadera y si el calor aprieta camiseta de tirantes. La verdad, la verdad: me gusta mostrar mi cuerpo, que para eso voy al gym y me esfuerzo.
Joyas llevo pocas, mi AppleWatch, un par de pulseras en la derecha y tobilleras. También llevo mi piercing de titanio con dos bolitas; como es un regalo de mi padre cuando cumplí los 18 años, lo llevo siempre, pues fue el modo de decirme: «No me molesta que seas gay, más aún, incluso me gusta», me lo demuestra y eso que él lo supo antes que yo mismo.
Llevo también el iPhone donde tengo relatos eróticos para pasar el rato mientras viajo en el tren, de lo contrario me aburro. La lectura de relatos eróticos calienta, pero algunos más que eróticos son abiertamente sexuales y me la ponen dura, muy dura, de modo que tengo que acomodar mi polla, para que no se salga por un agujero que tengo cerca, ya que no suelo llevar interiores. El día al que me refiero fue ayer y llevaba jockstraps. Estaba más seguro, pero de todas formas siempre empuja y hay que acomodar.
Por muy discreto que sea el gesto de acomodación de la polla, no se hace ...
... bajo el asiento y, por tanto, se nota o alguien lo ve. Yo observo cómo algunos miran y bajan la vista después. ¿Acaso pensarán que un hombre no tiene pene? Y eso que no me gusta insinuarme en lugares de servicio público, como es el tren, porque no hay escapatoria.
Lo ocurrido ayer no es insólito, pero fue extraordinario. Todo sucedía como acabo de describir, pero conforme nos acercábamos a la capital, el tren se iba vaciando y se quedó un tío, no tan joven porque estaría entre los 40 a 45 años, y me puso la mano encima de mi bragueta como acomodando mi polla. Le dejé que me manoseara, porque me gusta, pensando que cuando llegáramos a destino cada uno iba a irse por su cuenta.
Craso error mío. El tío siguió y siguió manipulando hasta desabotonar mi bragueta, meter la mano dentro. ¡Joder! El hijoputa de marras, metió la mano por entre el jocks y me sacó la polla. No sabía dónde meter mis ojos, por si se acercaba alguien. Me masturbó y, cuando yo ya jadeaba porque estaba a punto de eyacular, se puso delante de mí en cuclillas, se metió la polla en su boca y me la exprimió tragándose toda mi leche. Me dejó mi polla más limpia que una cubertería de plata. Soltó la polla, me la puse dentro cerrando los botones mientras me besaba, dejándome oler mi esperma y saborear mi néctar. La madre que lo parió, me dejó tieso y se fue a la puerta para bajarse. Cuando el tren paró, bajó el primero; cuando me apeé del tren ya no lo vi en el andén.
Medio turbado por lo ocurrido —que además ...