Jimi y Betty, los campeones del ‘Maná’
Fecha: 29/10/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: valisdick, Fuente: CuentoRelatos
Cuando Betty, la experimentada morena flaca y tetuda, e Irina, la carnosa y bien dotada doncella rubia, me estrecharon entre sus igualmente poderosos torsos me sentí inmensamente miserable. Llevadas por la euforia tras nuestra inesperada victoria en el concurso de tekoki del Maná, ambas me apretaron las costillas entre sus formidables pechos con tal entusiasmo que mis pies se despagaron del suelo. Betty estaba aún emplastada en los líquidos de Armando, y el sudor había convertido en transparente la tela de la camiseta de Irina, así que ellas me inmovilizaron en el doble apretón pectoral con el que yo había estado fantaseando toda mi vida sexualmente funcional, y yo me sentí miserable. Luna, mi motivadora, la razón de todo aquello, no estaba allí, se lo había perdido. Ella estaba del otro lado del océano mientras su chico, su criatura, la invención que sus robustas manos habían moldeado golpe a golpe, triunfaba por fin. No era justo.
Cuando sintió mi verga aprisionada abrasando su delicada piel Irina me soltó. Mi miembro escupió unos cuantos disparos de largo alcance más. Betty me retuvo en sus brazos por más tiempo –últimamente se había puesto en excelente forma física- besando mi cuello y los lóbulos de mis orejas mientras yo disparaba al público. Unas manos hábiles, no podría decir de quien, se afanaron para proporcionarme alivio, pero mi rigidez parecía incurable. Shae se levantó, mayestática, y abandonó la sala. La turba formada sobre el escenario me arrastró a los ...
... camerinos junto a Betty, dos gorilas, un par de espectadores anónimos de las primeras filas y tres strippers residentes. Irina, que nos alcanzó en el último momento, cerró la puerta tras de sí y pasó el pestillo. Betty nos asió a ella y a mí de la muñeca y nos arrastró a los servicios, donde tomamos una ducha que no consiguió enfriarnos.
....
Me desperté estornudando. La fina melena de Irina me cosquilleaba la nariz. El sol de mediodía proyectaba franjas de luz a través de las venecianas del apartamento de Betty, que descalza y con una toalla enrollada en la cabeza registraba los muebles de cocina en busca de lo necesario para prepararnos dos inmensas raciones de cereales ricos en fibra y zumo de pomelo recién exprimido. Vestía únicamente una camisa XXL que su ex había abandonado en su precipitada marcha. Andaba descalza y sus largas piernas huesudas se abultaban por distintos sitios conforme se estiraba o se agachaba para alcanzar los cacharros. Sus pies blancos parecían danzar un baile extraño, como de zancuda, sobre las frías baldosas, Me deslicé bajo el edredón con cuidado de no despertar a Irina, me puse unos deportivos de Betty –Betty y yo calzábamos el mismo número- y me reuní con ella tras la barra de la cocina. Tenía las uñas de los pies recién barnizadas y bolas de algodón entre los dedos. Le di un beso de buenos días en su largo cuello.
-Así que lo conseguimos!
Betty alzó su pinta de jugo de pomelo, Yo agarré la mía y brindamos.
-Por los campeones del ...